Por
  • José Luis de Arce

Y todo esto... ¿quién lo paga?

Pleno del Congreso que debate la segunda prórroga del estado de alarma
Pleno del Congreso que debate la segunda prórroga del estado de alarma
EFE/Mariscal

Cuentan que cuando en 1954 el escritor Josep Pla llegó a Nueva York y lo pasearon sus amigos por las avenidas y edificios de Manhattan, se quedó maravillado por las luces y las iluminaciones y, en un arrebato de su fino sentido catalán, ante tanto derroche, exclamó: «Y todo esto, ¿quién lo paga?».

Hoy, con toda justicia, los españoles tenemos que preguntar algo parecido, cuando asistimos al constante chorreo de compromisos de gasto de que está haciendo gala el Gobierno para tratar de paliar o compensar los desastres económicos y los daños a ciudadanos y empresas que está produciendo esta bíblica calamidad del coronavirus; y no digo que no haya que hacerlo, pues ninguno de los perjudicados es culpable de la desgracia que le ha caído encima. De hecho, cada día se ponen sobre la mesa millones y millones de euros destinados a la cobertura de las más variadas –y probablemente justas– causas, como si hubiera un fondo inagotable en algún sitio del que manase el dinero sin cesar. Pero ese fondo no existe; o sale de partidas presupuestarias que tampoco existen o se apoya en el aumento de la deuda, porque tampoco España puede hacer uso de esa famosa máquina inflacionaria de imprimir billetes. Y lo que se debe se paga.

No sé si habrá en el Gobierno algún contable que vaya tomando nota de estos dinerales que se están dispensando día tras día, para conocer las dimensiones del problema económico en que nos estamos metiendo, o si el asunto lo despejará en una de sus ruedas de prensa la dicharachera ministra de Hacienda dándonos alguna explicación clara, completa y convincente. Lo que sí sé es que esto habrá que pagarlo; más tarde o más temprano; a Europa, en cualquiera de las modalidades en que nos preste, si nos la presta, liquidez; a China, si se aviene a financiarnos a tasas de interés que no destrocen el servicio de la deuda; mediante un duro rescate que nos impondrá un rigor económico nunca antes visto. En cualquier caso, lo habremos de pagar los españoles, seguramente con un enorme esfuerzo y con una reducción de nuestra riqueza. Hay que ir pensando y asumiendo ese coste sobrevenido que nos va a afectar a todos y cada uno de nosotros. Hubo otro grave caos económico en España en 1977 y se resolvió mediante los ya olvidados Pactos de la Moncloa, que pusieron las bases sólidas y consensuadas del comienzo de la puesta en orden de nuestra economía y de la recuperación. Sería ahora muy necesaria una reedición de unos acuerdos similares y, muy en especial, con un consenso amplio de fuerzas políticas, agentes sociales, etcétera. Y si no es así, me atrevo a pronosticar una crisis muy larga y demoledora.

Es dura y difícil la situación, y desborda sin duda a cualquier gobierno. De ahí la necesidad, más que nunca, de afrontar esta etapa histórica yendo todos de la mano, dejando a un lado ideologías y sectarismos, ya que todo esto lo vamos a tener que pagar entre todos. Pongámonos de acuerdo, por lo menos, en cómo lo pagamos.

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