Por
  • Eva Pérez Sorribes

Heridas y rencores

Reunión de la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados, este martes
Reunión de la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados.
EFE

Me lo confesó una expolítica cuando el drama del coronavirus no había hecho más que empezar. Cuando uno ha gobernado y después le toca ejercer de oposición, más de una vez sangra por la herida. Se reciben pocos aplausos y muchas críticas cuando, en la gestión política, más de una vez, la elección bascula solo entre lo malo y lo peor. Y lo que el dirigente percibe como injusto siempre acaba grabado a fuego en la retina de su memoria y termina por reproducirlo como un bumerán cuando se convierte en oposición. Ojo por ojo y diente por diente. En la derecha, todavía se recuerdan las injustas manifestaciones de la izquierda por el perro Excalibur, sacrificado en 2014 para evitar el contagio del ébola que ya había afectado a su dueña, auxiliar de enfermería. Y aunque ahora parece una nimiedad frente a los miles de muertos, la historia se convierte en un eslabón más de esta cadena de heridas y rencores. Nadie empieza de cero. Ni socialistas ni populares hacen borrón y cuenta nueva cada vez que intercambian posiciones y se alternan en el poder, pero deberían. Más ahora, cuando las circunstancias obligan. Para vencer al coronavirus solo hace falta una vacuna, pero para salir de sus consecuencias hace falta un pacto político. Se impone transformar la cadena de heridas y rencores en cadena de favores, como aquella película del mismo título en la que Kevin Spacey, profesor comprometido con el mundo, planteaba el experimento de la teoría del caos al revés. ¿Y si encadenando favores el vuelo de la mariposa no desatara el terremoto sino el cambio social? Ya sabemos lo que desata la división, desafección y auge de los populismos más totalitarios, pero casi se nos ha olvidado lo que generan los pactos. Habrá que recordarlo.

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