Por
  • Jorge Sanz Barajas

Muhammadou

Carrera Niños de África, en Kabacoto.
'Muhammadou'.
Arapaz

El profe Perplejo está preocupado porque no sabe nada de Muhammadou desde hace un mes. Es uno de esos ‘niños perdidos’ durante la pandemia. Y no sabe usted lo que este país pierde si no los cuida: diversidad, conocimiento, trabajo… Un amigo del profesor le suelta el consabido "que se hubiera quedado en su país" y el profe le recuerda que las cotizaciones de los inmigrantes suponen el 11 por ciento de los ingresos de la Seguridad Social, y que si será él quien le explique a su madre que le reducen la pensión ese tanto porque su hijo quiere expulsarlos a todos.

Muhammadou nació en Gambia hace trece años. Lleva dos aquí. Habla un castellano espléndido, pero su competencia lingüística va más allá: usa el ‘solinké’ por la familia de su padre y el ‘mandinga’ por la de su madre, domina el ‘wolof’ porque es la lengua de los amigos en la calle y maneja un inglés solvente. El castellano le ha resultado fácil porque es una lengua más en su compleja red cerebral. Nunca renunciaría al ‘wolof’ porque perdería la relación con sus amigos en Gambia.

El ignorante dirá "¿y eso para qué sirve?": para construir una poderosa red cerebral, receptiva y ágil. Cuántos chavales pierden la oportunidad de crecer con Muhammadou por miedos estériles. Pero los necesitamos integrados, felices, protegidos. Ahora vendrán los aullidos y las arengas de los necios. Pero escuche: han cruzado miles de kilómetros para llegar aquí, vivir y trabajar junto a usted. Apague las redes y hable con ellos.

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