Ciencia, fe y decisiones

Opinión
'Ciencia, fe y decisiones'
KRISIS'20

Qué puede decir un científico del Covid-19? Algunos sostienen que solo aquello que la ‘Ciencia’ sabe. Pero esto es una mera ‘personificación’, una prosopopeya tramposa. Atribuye a esa Ciencia en singular y mayúscula una propiedad humana: la capacidad de conocer. Y con este juego de lenguaje nos hace creer que existe autónoma, capaz de ser, de estar y de pensar. Como si tuviera vida propia, al margen de los límites humanos, y susurrase a los científicos lo que pueden decir o no. Este modo de hablar oculta los límites del quehacer científico y de quienes trabajamos en los diversos campos de conocimiento humano.

Si el científico que habla del Covid-19 investiga pequeños péptidos y proteínas, quizá se sienta más capacitado que otro especializado en buscar planetas en los límites de nuestra galaxia o que un psicólogo social que estudia el autoritarismo de los líderes. Pero si aspiramos a una mejor respuesta ‘científica’ sobre el tema, parece que tendremos que preguntar a virólogos, inmunólogos, epidemiólogos, incluso ingenieros, economistas o veterinarios jubilados. Cada uno, a su vez, planteará preguntas para definir el fenómeno observable, acotar el proceso de observación y aplicar las herramientas propias de su disciplina para observar lo que quiere explicar. Cada uno, a su manera, aplicará lo que Poincaré afirmaba: "El método científico consiste en observar y experimentar". Aunque, como sabemos, no hay tal método dicho en singular, sino distintos modelos de cientificidad; porque entre otros temas ni los observables ni los procedimientos son los mismos, incluso con el Covid-19.

Una cosa es saber cuál es su estructura, cómo se comporta, qué daños corporales produce, qué fármacos se pueden usar, cómo se puede erradicar y otra muy distinta es cómo afecta a la vida social, a lo político o a la economía. En esto, como en cualquier otro asunto estudiado ‘científicamente’, la cuestión central es cómo y para qué se pone en práctica esa observación y esa experimentación. Dos tareas que necesitan tiempo, que necesitan contrastarse mediante prueba y error. Dos tareas que solo cuando cuentan con datos pueden empezar a corroborar hipótesis, pues solo a posteriori se explica cómo han sido las cosas. Cada uno desde sus particulares ‘compromisos ontológicos’, como algunos llaman a sus ‘a priori’, construirá una teoría disponible para ser debatida.

En este momento, cuando el Covid-19 o SARS-COV-2 se transforma en ‘curva’ y se describe como el peor de los enemigos, nos falta información y desnuda nuestro sistema de certezas. Es un virus nuevo que llevará tiempo describir y dominar, si es que se consigue. Los expertos buscan soluciones y dan palos de ciego. Nos piden confianza. Nos hacen implorar a la diosa ‘Ciencia’ para que les permita encontrar la solución verdadera. Se les ha convertido en los sacerdotes de la religión de nuestro tiempo. Se les pregunta para calmar la ansiedad que produce la ignorancia. En el fondo, se silencia que no tenemos respuestas para todo. Y ahí se produce un cambio de nivel. Sin conocimiento científico mal, pero solo con esa ciencia no es suficiente. En especial cuando entramos en el campo de las decisiones políticas. Estas tienen repercusiones públicas y privadas. Por eso no basta con la opinión falible del experto que asesora al gobernante de turno.

Cuando un político dice que su decisión se sostiene en ‘la Ciencia’ es momento de sospechar y plantear, al menos, dos preguntas. La primera es averiguar de qué ciencia está hablando. Porque ‘la Ciencia’ ni tiene una única voz ni un único discurso ni un único gremio. Ni un mismo modelo de persona y sociedad. La segunda es para qué se utiliza. Suele servir como estrategia para imponer una decisión en nombre de esa ‘verdad científica’. Cuando no es para evitar la responsabilidad, cobarde o astutamente. Por cierto, ese político o gestor público siempre cuenta con algún adjunto que corrobora su discurso y su decisión. Siempre encontrará algún científico experto que asuma ese rol mamporrero. Nada nuevo, conocimiento e interés han tenido, tienen y tendrán siempre una estrecha relación. No basta con obedecer, hace falta pensar y, como dice un amigo, ¡que cada palo aguante su vela! Los políticos han de gobernar y desde las distintas ciencias intentaremos explicar el trozo del mundo que nos corresponda.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión