Tanto el Gobierno central como los autonómicos tienen que ir ya estudiando las medidas que será necesario adoptar para recuperar, de manera segura, la normalidad de la vida social en el momento en que pueda ir relajándose el confinamiento, para lo cual faltan todavía algunas semanas. Esa segunda fase de la lucha contra la epidemia hay que prepararla de forma meticulosa y flexible, pues será un momento delicado si se quiere evitar un retroceso.

El periodo de confinamiento general que estamos viviendo, y que es necesario para evitar el colapso de los hospitales y salvar vidas, no terminará de manera abrupta. Como indicó el presidente del Gobierno en su intervención del sábado, dentro de sucesivas prórrogas del estado de alarma habrá que ir acomodando las medidas a la evolución de la epidemia, hasta recuperar progresivamente la normalidad. Ese proceso será delicado y tiene que implementarse con cautela, como estamos viendo que sucede en China, para evitar que vuelva a descontrolarse la difusión del Covid-19, lo que sería un grave retroceso. Por eso es importante que tanto el Gobierno central como los autonómicos estén ya estudiando las diversas medidas y procedimientos que habrá que adoptar en esa etapa, que todos confiamos en que sea menos dramática que la actual pero que resultará decisiva para vencer la enfermedad. Así, es muy posible que se pase del actual confinamiento masivo a cuarentenas individuales obligatorias en los casos en los que sea necesario. Algo que requerirá disponer tanto de los medios de control -seguramente incluyendo el uso de datos personales- como de las normas que garanticen la seguridad jurídica. Y pueden hacer falta también instalaciones apropiadas destinadas al aislamiento. Ante un proceso del que no existen precedentes, en muchos aspectos habrá que proceder de manera flexible y vigilante para poder rectificar a tiempo, pero partiendo siempre de un plan bien trazado y asesorado.