Por
  • José María Serrano Sanz

Epidemias

Cursos de verano de Jaca.
Santiago Ramón y Cajal.
Archivo Heraldo.

Estamos viviendo una situación insólita para todos nosotros. Creíamos que las epidemias y las pandemias eran solo cosa del pasado, de cuando éramos pobres y atrasados. En Zaragoza, algunos todavía recordamos el que se llamó ‘brote de cólera’ en el mes de julio de 1971, porque nos vacunaron apresuradamente (a mí en la, hoy, plaza de los Sitios, no se me olvida), pero comparado con el presente lo recordamos como una aventura y no como un problema (también la edad debe contar, cierto…). Aunque fue mucho peor, la famosa epidemia de gripe del otoño de 1918 tampoco se debió parecer al presente, según la prensa de la época, que hablaba de los espectáculos llenos en la ciudad.

La única comparable debió ser la epidemia de cólera de 1885, que afectó intensamente a Zaragoza. Llegó desde Asia a Europa a través del puerto de Marsella y de ahí a España por Valencia, foco desde donde se extendió alcanzando a Zaragoza en julio. Las previsoras autoridades locales, Ayuntamiento y Diputación Provincial, enviaron ya en mayo y junio sendas comisiones médicas a la ciudad levantina para estudiar los primeros casos y recomendar medidas. La DPZ comisionó al entonces joven catedrático Santiago Ramón (y Cajal), eminente bacteriólogo y no solo neurólogo, quien investigó, asesoró y presentó en conferencia su informe, publicado después por la institución, que además le recompensó con el microscopio con el cual después hizo sus principales descubrimientos.

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