Comisario, agua y jabón

La gente alivia el encierro en ventanas y balcones.
La gente alivia el encierro en ventanas y balcones.
Eduardo Briones / Europa Press

Hay gente que se ha puesto muy a tope con la crisis esta del coronavirus. Se han convertido, de repente, en candidatos a puntal de la sociedad. Se han cambiado los nombres en las redes sociales para añadir coletillas como «yo me quedo en casa» o «en casa», comparten iniciativas del vecindario, vídeos motivacionales, te enseñan a lavarte las manos... Se están dando una imagen de sí y para ellos mismos, que el día que nos empiecen a sacar del confinamiento capaces son de atrancar la puerta. El mundo que se conecta por internet es más cercano que las reclusiones del pasado pero ofrece la posibilidad casi inevitable de crear a cada comentario una imagen pública. Y eso, aunque compense, es una catástrofe.

Los héroes anónimos que hacen piña con el universo van desatados cantando el ‘Resistiré’, que se ha convertido en himno de este mundo sin ideologías porque el mensaje de la canción es claro, pero sobre todo porque la canción en sí no molesta a nadie. Es una canción de pasar de puntillas, de buen rollo, que se adapta como plastilina también a los que desde su ventana están insultando a gente que va por la calle sin saber que el motivo puede ser médico o laboral. Son comisarios de la norma sin matices, o blanco o negro, que no deja de ser el pensamiento que en épocas de paz y prosperidad capaz ha sido de llevarnos a los mayores desastres.

Tengo la sensación, y toco madera porque siga siendo así, de que a los que el drama de esta crisis sanitaria, económica y social todavía no nos ha dado de lleno, solo nos ha dejado recluidos en un sitio más pequeño para que en el mundo sigan pasando las mismas cosas. El dolor, la muerte, las despedidas, la impotencia, la rabia, el hambre, el miedo. Sentimientos y hechos de desgracia que antes veíamos de pasada en la televisión y ahora nos rodean a unos metros en la burbuja de eso que llamamos casa, donde nos estamos quedando por responsabilidad y de lo que no deberíamos hacer gala si pensáramos lo fácil que es en comparación con el frío salvaje que hace ahí fuera por mucho que sea abril, haya 300 días de sol (Ismael Grasa ‘dixit’) en Zaragoza o una canción plana, colectiva y alegre. En la moderación y en la privacidad está, en todo caso, la elegancia provechosa de una sociedad que habrá de reconstruirse.

@juanmaefe

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