Sangría laboral
Los primeros efectos del coronavirus sobre el mercado laboral español están siendo devastadores. Eran esperados y esperables, pero no por eso dejan de ser menos inquietantes. Las medidas adoptadas para frenar los contagios han provocado ya la pérdida de 834.000 empleos. Pero, en realidad, los datos son mucho más preocupantes porque, si se contabilizan los ERTE, el impacto de los expedientes tramitados hasta el 31 de marzo supera los 1,4 millones de trabajadores. A la misma velocidad que se extiende el coronavirus lo hacen sus dramáticas consecuencias económicas. El Estado debe salir al rescate de todos los ciudadanos que lo necesiten.
Marzo negrísimo para el mercado laboral tanto de Aragón como del conjunto del país. Era la consecuencia prevista por la detención de forma abrupta de la producción, el consumo, la inversión, el comercio y el turismo, la principal industria nacional. El Covid-19 ha llegado justo en este momento en que el estacional mercado laboral español empieza a coger fuerza con la campaña de la Semana Santa y el principio del buen tiempo, que empujan el empleo en sectores como la construcción y, sobre todo, el turismo. Hay que prepararse para unos meses muy duros, porque el flujo de visitantes extranjeros, que fueron más de 80 millones el año pasado, podría perderse este verano.
Este descalabro en el empleo coge a España con un mercado laboral frágil y con muchos trabajadores temporales, como evidencian los datos de caída de afiliación a la Seguridad Social. Muchísimas pymes y autónomos, el corazón de la economía regional y nacional, viven al día y no pueden soportar su cese de actividad sin reducir los costes que tienen. Por ello, tan imprescindible como el plan de choque para frenar sanitariamente el avance del virus es, primero, una red de protección social para los que se están quedando por el camino; y, segundo, la elaboración de un plan para reflotar la economía española en cuanto sea posible.
