Por
  • Alberto Ayora

Virus y cultura de seguridad

Trabajo con test de coronavirus en un laboratorio italiano.
Trabajo con test de coronavirus en un laboratorio italiano.
Ciro Fusco / Efe

Técnicamente, la seguridad se define como el estado en el cual el riesgo de lesión o daño está controlado en un nivel aceptable. Determinar qué es aceptable o no, es totalmente subjetivo. Lo que es aceptable a nivel nacional, puede no serlo a nivel local, y al revés. Ese nivel de aceptabilidad se traduce en una cultura de seguridad. Y esa cultura define un marco de referencia, que influye a la hora de tomar decisiones, de elaborar presupuestos o de aceptar la distribución de los recursos. Hoy parece que nuestras escalas de valores se cuestionan. El problema es que no apostamos por la prevención y que nos falta reflexionar como sociedad qué riesgos aceptamos.

Históricamente, una y otra vez, hemos vivido grandes catástrofes y conflictos, que nos han tirado por tierra los modelos existentes de gestión de la seguridad. Barbara W. Tuchman reconstruye en ‘Los cañones de agosto’ el planeamiento alemán para la Primera Guerra Mundial, y concluye: «Como los demás, los alemanes estaban preparados para la última guerra en la que participaron». Vivimos bajo un sesgo retrospectivo y no estábamos preparados para esta guerra que ahora enfrentamos.

Nos olvidamos de que vivimos en un sistema cambiante. No anticipamos. La clave de la supervivencia se basa en el reconocimiento de patrones y en tener capacidad y velocidad de repuesta. Ninguna guerra es como la anterior. Y el contexto condiciona nuestro comportamiento y forma de pensar.

¿Qué nivel de seguridad aceptábamos como sociedad? ¿Cuál aceptaremos tras esta crisis? Son preguntas que deberemos afrontar. Lo evidente es que existía y existe una gran dosis de incertidumbre ante la situación actual. Gestionar bien la incertidumbre es un requisito indispensable para una correcta gestión del riesgo.

Nos enfrentamos a una incertidumbre epistémica y aleatoria. La incertidumbre epistémica se asocia al conocimiento incompleto del fenómeno. La segunda se relaciona con la misma variabilidad del sistema. Conforme vaya pasando el tiempo, estas incertidumbres que arroja la enfermedad se irán reduciendo. Pero mientras, tenemos que tomar decisiones con la información que tenemos; no nos podemos quedar parados.

Existen dos enfoques básicos para gestionar la incertidumbre en las organizaciones. El primero consiste en minimizarla y el segundo en hacerle frente. La primera estrategia se basa principalmente en confiar en la planificación. ¿Existía una planificación ante el riesgo de una pandemia como la que vivimos? El segundo enfoque se centra en dejar que los actores se enfrenten localmente a la incertidumbre, elaborar rápidamente planes de contingencia, y mantener un control de retroalimentación de la situación mediante un mando único.

Son fuentes básicas de incertidumbre la información incompleta, inexacta, sesgada, falsa o contradictoria. Ser capaz de cuantificar correctamente los datos de una situación es una característica fundamental para tener el control del sistema. La magnitud de la tragedia en China estaba en lo que no se veía. Como ahora en España la solución del problema está en reducir la incertidumbre y determinar el número de personas infectadas y de contagios.

Encontrar un equilibrio adecuado entre diferentes gestiones de seguridad asociadas con la incertidumbre es la clave de muchos problemas de seguridad. Gestionar los recursos en función de los diferentes escenarios que se predicen es crítico, pero en un sistema la búsqueda de explicaciones debe estar supeditada a búsqueda de la comprensión. Un reto cuando trabajas con sistemas críticos de seguridad es que las predicciones negativas nos deben impulsar a actuar. No se puede esperar a contrastarlas empíricamente. Si se hacen predicciones sobre futuras situaciones catastróficas, no sería ético no hacer nada al respecto.

Oro sesgo asociado con el análisis de problemas es el énfasis en querer tener ‘toda la información’ antes de decidir. Y entonces el tiempo va pasando, la situación cambia, y la solución inicial ya no es válida. Hay que reconocer que hay formas diferentes de ver las situaciones, y luego tener la flexibilidad de pasar de una interpretación a otra. Si entendemos los complejos sistemas actuales, esta capacidad de ver puntos de vista contradictorios y no restringirse a lo lineal y obvio es más importante que nunca. La competencia de un gobernante, o equipo de gobierno, para saber ‘ver’ y ‘aceptar’ estos sesgos con humildad es trascendental. Nos permitirá despejar la incertidumbre, proporcionar la información adecuada a la población y realizar una buena comunicación de los riesgos. La comunicación de los riesgos es clave para gestionarlos, y eso implica que cada cual pueda gestionar los riesgos convenientemente para disfrutar de una seguridad aceptable y libremente elegida.

Alberto Ayora es presidente del comité de Seguridad de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (Fedme)

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