Una ventana a la esperanza

Ventana Amanecer
'Una ventana a la esperanza'.
Sergio A. Cogollor Rodrigo

Me gustaría encontrar unas palabras cargadas de esperanza para usted que está leyendo estás líneas y busca en las páginas de HERALDO algo más que las noticias del día. Busca esos párrafos que hacen salir el Sol cuando las paredes del túnel esconden la salida. Quiere leer y pensar alternativas que cambien el malestar que ahora nos impide ver la luz. Busca esa dosis de razón y pasión que alimenta al mismo tiempo la intuición y el deseo. El deseo de vivir y la intuición que lo confirma. Ya habrá tiempo de pedir cuentas y de rendirlas. Ya habrá tiempo para denunciar lo denunciable, para reprochar lo reprochable y para cobrar lo debido. Pero en este momento, prefiere encontrar una ventana distinta donde descansar la lectura, donde recuperar los mejores recuerdos y seguir soñando con mañana.

Quizá pagaría cualquier cosa por tener el mapa donde está trazada la ruta del destino, del suyo y de los suyos. Querría que alguien echase las cartas y dijera: "No temas, no te pasará nada". Querría tener un sortilegio para conjurar los males y preguntar al oráculo si saldrá indemne de la catástrofe que se cierne en nuestro día a día. O quizá no y no quiera saber nada más, porque sabe seguro que tendrá un buen final. En cualquier caso, no importa. No hay magia que valga, ni charlatanes, ni doctores que sepan dominar las fuerzas de la vida. Somos simples aprendices de nosotros mismos. Estamos en tránsito entre antes de ayer y pasado mañana.

Sin embargo, incluso los más incrédulos aspiran a encontrar algo de luz en medio de la oscuridad. Mucho más cuando la enfermedad golpea a familiares y amigos. Mientras unos hacen cuentas para contarnos cuándo llegará el pico de la curva, otros quieren creer que así ya se verá el fin del desastre. Pero ni el matemático que dibuja el punto de inflexión, ni el médico que registra más altas que ingresos podrán gestionar solos la angustia de las defunciones ni el dolor que golpea cuando no se espera.

Queremos recuperar la calma que nos producen las impaciencias de la vida cotidiana. Queremos confiar y confiamos en llegar a buen puerto. Queremos salir de este confinamiento que nos aleja de los nuestros, que nos impide abrazar a quienes amamos y no están a nuestro lado. Nos descubrimos frágiles y percibimos la fragilidad de nuestro mundo. Queremos superar la incertidumbre en la que nos han instalado. Queremos vencer a esta cruel actualidad que nos castiga como sociedad. Por eso –y por mí mismo–, me gustaría hilvanar con tiento esas palabras con las que llenar su imaginación –y la mía– del oxígeno que permite ir más allá de los límites. Esos que reducen el horizonte e impiden reconocer la suerte que tenemos de seguir respirando.

Si no te importa que te tutee, al leer, detente a pensar. Siente el aire fresco que llega sin explicaciones al último de los alvéolos. Contén el aliento. Goza la sensación de plenitud que se produce al vaciar los pulmones y volverlos a llenar pausadamente. No hay que perseguir al Sol para que se levante. Tampoco tiene sentido reclamar quejándose porque ha llegado la noche y no está la Luna llena. Las horas vienen y se van, como las nubes, como los días. Empeñarse en domesticar el tiempo y los acontecimientos solo sirve para perderlo y perderse. La ficción del control hace olvidar el sentido de las cosas. Sin embargo, conviene aprender a dominar la propia voluntad y el deseo. Es ahí donde se descubre que las horas no miden los minutos, como tampoco el corazón cuenta sus latidos.

Independientemente de dónde estés o a qué hora te entretengas leyendo cada una de estas letras cosidas, sílaba tras sílaba, para encontrar un ventana de esperanza, apunta en tu memoria o en un trozo de papel todo eso que vas a descubrir. Cuando quieras y puedas, busca en el silencio. Disfruta de un vaso de agua. No tienes que calcular cuántas moléculas lleva, basta con sentir. Respira y piensa cómo tu libertad, tu memoria, tu entendimiento y tu voluntad son un regalo. Un regalo como esas muchas o pocas cosas de las que dispongas, un regalo que nunca será suficiente si no cuentas con el amor y la gracia infinita que se esconde para que podamos buscar con más fuerza la luz y la esperanza. Descubrir lo imposible nos abre la puerta de lo posible.

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