Lo mejor y lo peor de la política

Opinión
'Lo mejor y lo peor de la política'.
HERALDO

Miramos por la ventana y un gran silencio nos invade. Estamos tomando conciencia del tiempo, del tiempo útil. Como canta el músico portugués Sérgio Godinho: "Hoy es el primer día del resto de mi vida". Volvemos la vista a nuestro móvil y está lleno de mensajes, pues se ha convertido en nuestro vínculo social. En las redes se interactúa permanentemente estos días, y entiendo que en ellas cabe la crítica, si no perderíamos nuestra misma identidad democrática, pero sin olvidar quién es el verdadero enemigo y cómo derrotarlo unidos. La historia, si queremos aprender de ella, nos enseña que es muy importante saber leer bien el momento político, como lo supo hacer Churchill cuando pronunció su célebre discurso, hoy frecuentemente recordado: "Yo no tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor". Fue, sin duda, el discurso más histórico y decisivo de un político que, con antecedentes erráticos, interpretó a la perfección el momento histórico en el que se debatía su nación. Lo que no se suele recordar es que era un gobierno de concertación. De él formaba parte Clement Attlee, que en ningún momento marcó perfil propio. Al terminar la guerra ganó las elecciones y fue el gran impulsor del Estado de bienestar, tan importante y necesario en estos momentos, tras poner en marcha desde el Ministerio de Trabajo el famoso informe Beveridge.

Estamos viviendo una durísima prueba, tanto las personas, como las democracias liberales. Es por ello muy fácil erigir héroes y villanos. Los ciudadanos saben que sus héroes son los sanitarios que trabajan en condiciones precarias y que están arriesgando su salud, como lo son todos los que saliendo de sus casas ponen en marcha los servicios imprescindibles para nuestra sociedad. Nuestros aplausos son un homenaje que se debe concretar en medios para realizar su trabajo. En este momento tan especial demandamos a nuestros representes públicos decisiones eficaces y queremos que lo hagan con autoridad, unidad, transparencia y esfuerzo. Y, por tanto, si percibimos una política sesgada partidistamente, una comunicación deficiente, engañosa, tarde o temprano se pagará, pues se suele decir que toda mentira que contamos es una deuda a la verdad. Queremos un gobierno de gestión que se centre en salvar las vidas. Si no salvas las vidas, la economía se hundirá. Se requiere pues a toda costa hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Conscientes de ello, los diferentes niveles administrativos de nuestro país se están empleando a fondo para manifestarnos que poseen estas virtudes. Todavía algunos nos quieren hacer dudar de las aptitudes y capacidades de los que no pertenecen a su mismo partido, y corren el riesgo de que los ciudadanos los consideremos oportunistas. La realidad ha cambiado y debe cambiar también la política. En este momento la prioridad debe ser, primero, la salud; luego, la economía, y por último, la política. Los españoles confinados, muchos angustiados, y todos sabiendo que nos encontramos ante un panorama muy difícil, no solo emocional, sino también económico, creemos que nos estamos ganando el respeto de nuestra clase dirigente. Por lo tanto, confiamos en que la buena política puede ser la solución a esta crisis global cuando termine la emergencia sanitaria, como ya pasó después del crac del 29 o de la Segunda Guerra Mundial.

Parece evidente que si la forma de enfrentarse a las devastadoras consecuencias económicas del coronavirus no es la acertada, la demagogia y el resurgimiento del Estado-nación, en el sentido más excluyente del término, terminarán venciendo. Si hay algo que estoy segura que va a cambiar es que la sanidad, junto con la ciencia y la cooperación internacional se convertirán en tema central en las agendas políticas.

Si el virus, como creo, nos ha hecho ser conscientes de nuestra humanidad vulnerable, no podemos dejar de compartir la petición del secretario general de la ONU cuando señala: "La furia del virus ilustra la locura de la guerra. Por eso, hoy hago un llamamiento a un alto el fuego global inmediato en todos los rincones del mundo". Ha reclamado a las partes en conflicto "silenciar las armas" con el objetivo de "crear corredores humanitarios, abrir las ventanas de la diplomacia y llevar esperanza a algunos de los lugares más vulnerables ante la Covid-19". "Al virus no le importa la nacionalidad o la etnia, la facción o la fe. Ataca a todos, de forma indiscriminada".

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