Por
  • Rodrigo Córdoba García

Apóstoles del apocalipsis

Opinión
'Apóstoles del apocalipsis'
HERALDO

En las últimas semanas proliferan los expertos en pandemias más que los entrenadores de fútbol. Hay muchos déficits para enfrentarse a esta epidemia, pero el peor es la falta de humildad. Nos enfrentamos a una amenaza relativamente desconocida e inimaginable para una sociedad acomodada. Afortunadamente, tenemos algunas certezas que nos pueden dar cierto sosiego. Sabemos que, de cada 100 casos de contagio, 80 son asintomáticos o leves con atención domiciliaria, 15 requieren ingreso en hospital y 5 en UCI.

Pero, ¿cuántos estamos contagiados realmente? Se podría responder a esto haciendo test a toda la población, algo imposible. También, con unos test rápidos y fiables (que aún no han aparecido) a una muestra aleatoria de la población, pero tampoco es lógico destinar a ello recursos escasos. Luego tenemos los modelos matemáticos que parten del número de contagios que produce cada infectado, pero eso es variable a lo largo de la epidemia y depende de las medidas que se tomen. Pero sabemos, en base a los países que han demostrado hacerlo mejor –Japón y Corea– que la mortalidad real es menor del 1%. A partir de ahí, podemos inferir el número de infectados, que en estos momentos en Aragón (29 de marzo) estaría en más de 9.000. Pero es imposible identificarlos a todos, aunque nos sobraran los test, porque en su mayoría no tienen síntomas, pero pueden contagiar el virus.

Ese es exactamente el motivo de la necesidad de confinamiento y aislamiento social. El problema es que se trata de un virus para el que no tenemos inmunidad ni vacuna, los contagios son rápidos y los casos graves pueden desbordar el sistema sanitario. Respecto a los enfermos ingresados se están haciendo las cosas lo mejor posible con los recursos disponibles y no hay razón para cuestionarlo. Todos los profesionales sanitarios estamos volcados en atender desde nuestra posición la epidemia. La atención primaria, haciendo contención, atendiendo a pacientes con síntomas en domicilio o en el centro de salud; o con otros problemas que siguen existiendo: cardiovasculares, traumatismos, cáncer, etc. Unos 40.000 pacientes al día son atendidos en la atención primaria de Aragón de forma telemática. En urgencias hospitalarias y traslados urgentes los profesionales sufren riesgo atendiendo y filtrando los casos más graves que van a ingresar. Y todos arrimando el hombro: limpiadoras, administrativos, sanitarios, protegiéndonos como mejor podemos, sabiendo que las autoridades hacen lo que pueden y lo que saben frente a este enorme desafío para el que ninguno estábamos preparados.

Lo digo, haciendo constar que nos tenemos que fabricar parte de los equipos de protección individual (EPI) con bolsas de basura, acetatos, telas, etc., y que esperamos que lleguen más y mejores equipos, pero eso no va a ocurrir antes por ‘chuflar’ más. A medio y largo plazo habrá que confiar en empresas locales más que en los mercados internacionales. No hay que perder mucha energía en confrontaciones y pataletas. Eso no ayuda en nada. Tampoco ayudan las ‘conspiranoias’ que atribuyen la pandemia a las grandes corporaciones o a la guerra biológica. Ni los comentarios catastrofistas ni las críticas agresivas al Gobierno sin proponer alternativas viables. El virus no hace distinciones sociales, políticas ni autonómicas. Ya habrá tiempo para exigir responsabilidades por la situación de la sanidad pública, la gestión de la crisis, etc. Y no creo que nadie salga bien parado.

¿Se podía hacer mejor? Por supuesto, algunos países asiáticos lo han hecho, pero son poblaciones más disciplinadas, con más tecnología y recursos industriales. Estamos a tiempo de evitar algunos errores todavía. Hay que evitar desmantelar la atención primaria con el argumento de llevar a sus profesionales a macrocentros hospitalarios para pacientes que se pueden seguir atendiendo en sus domicilios sin romper el confinamiento. No se está considerando la oportunidad de dotar con más y mejores medios a atención primaria. Cuantos más traslados se realicen y más centros se abran, más contagiados habrá entre la población y entre el personal. Acudir a un centro sanitario no siempre es una oportunidad, a menudo es un riesgo a evitar. La fascinación por la tecnología, por el diagnóstico preciso individual y por la medicina heroica es un ‘virus’ presente en la población y en un gran sector de la sanidad pública y privada. No olvidemos que la máxima deontológica médica es ‘primum non nocere’ y que el problema no es individual, es comunitario, es de salud pública.

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