Director de HERALDO DE ARAGÓN

Faltan preguntas

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Pedro Sánchez durante una rueda de prensa en la Moncloa.
Efe

Observo estos días, desde la intensa convivencia establecida con las nuevas tecnologías, cómo miles de niños se conectan con sus profesores para continuar con sus clases. Sin olvidar que todavía existe una profunda brecha digital que impide a muchos escolares sin recursos encender un ordenador, las nuevas generaciones son motivo de docenas de reportajes por su modélica manera de compartir contenidos, lanzar preguntas y capturar todo tipo de explicaciones a través de la pantalla. Los niños lo practican y la tecnología lo permite, por lo que intuyo que todas las administraciones deben gozar también de la más alta capacidad para conectarse sin interrupciones cómo y cuándo quieran.

Frente a tanta disponibilidad tecnológica cuesta entender los nuevos formatos adoptados en algunas ruedas de prensa donde aparecen nuestros representantes públicos. Justificados en la distancia social a la que nos obliga la lucha contra el coronavirus, las preguntas a las que responde el presidente del Gobierno son contestadas tras ser leídas previamente por persona interpuesta. Esta crisis exige preguntas y muchas repreguntas porque, sencillamente, están faltando demasiadas respuestas.

No cabe duda de que las urgencias son múltiples y que la sanitaria es la primera de todas ellas, pero seguir relatando qué ocurre, profundizando sobre las decisiones de aquellos que hoy están al mando y gobiernan nuestros destinos, en una excelente manera de mantener intacta la salud de nuestra democracia. Narrar lo que pasa –algo muy distinto a exigir agriamente responsabilidades en mitad de esta crisis– es una obligación periodística. En este tiempo de bulos y memes, de mentiras calculadas o improvisadas, el buen gobernante desde sentirse interpelado por una voluntad de máxima transparencia informativa.

Cuando un tercio de la población mundial está confinada en sus hogares resulta complicado atribuir mayores responsabilidades a los propios que a los ajenos, pero los ciudadanos sí que tenemos derecho a saber las razones por la que se compraron miles de test rápidos en malas condiciones, por qué los que luchan directamente contra el coronavirus enferman por la falta de protecciones adecuadas o las razones por las que Alemania o Corea del Sur presentan una mejor respuesta frente a la enfermedad. Todas ellas son preguntas importantes que poseen una respuesta y cuyo conocimiento nos ayudan a superar esta crisis.

La desbocada demanda informativa amontona temas y preguntas, confirmando una saturación del sistema sanitario y de la toma de decisiones. Observar que la bioética ya está presente fijando prelaciones o que el esfuerzo solidario de la población actúa por encima de la velocidad y capacidad de compra de las administraciones solo certifica lo crítico de una situación que nos obliga a repensar diariamente nuestro presente.

En los muchos días de confinamiento que aún nos restan por cumplir –una medida endurecida tras el anuncio realizado en la tarde de ayer por Pedro Sánchez al señalar que "todos los trabajadores de actividades no esenciales deberán quedarse en casa" a partir de mañana lunes– alcanzaremos picos de preocupación y hartazgo, pero solo la transparencia y el conocimiento preciso de la marcha de la enfermedad nos hará mantener las tan demandadas paciencia y tranquilidad.

Con la ayuda de todos, convencidos de la necesidad de proteger a los más débiles, a los más mayores y a los más enfermos, confirmaremos la derrota del coronavirus, pero asumiendo que para lograrlo es imprescindible asentarnos en nuestro sistema de garantías.

miturbe@heraldo.es

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