Por
  • Pedro C. Marijuán

Del colapso sanitario a la crisis política

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del Congreso.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del Congreso.
Europa Press

Parece increíble, pero hemos vuelto un siglo atrás, a la gripe de 1918, mal llamada ‘española’, que en nuestro país acabó con la vida de más de 200.000 personas. La crisis sanitaria ha estallado con una magnitud que solo es paralela a la imprevisión y el desconcierto del Gobierno en pleno. Hemos asistido a una incompetencia gubernamental inédita, personificada en las patéticas intervenciones de un presidente desbordado por la crisis, que se ha refugiado en la propaganda vacua buscando cubrir su desastrosa gestión.

Cuando no ya el ejemplo de China, sino el de Italia era patente, cuando las advertencias de diversas entidades internacionales desaconsejaban las concentraciones masivas, el Gobierno de coalición se dedicaba de lleno a sus querellas intestinas por una impresentable ley de libertad sexual que se llevaba como gran trofeo a exhibir en las manifestaciones masivas del 8 de marzo. Mientras pasaban esos días cruciales, ninguna previsión. Cero de chequeos sobre existencias de materiales de protección. Cero de planificación de compras. Cero de planes de emergencia.

Y cuando estalla la pandemia con toda su crudeza, con toda su crueldad, el recurso es la centralización y la congelación fáctica de los pedidos en marcha de las alarmadas comunidades autónomas. El drama es que las personas y los equipos que han centralizado han demostrado conocimientos ligerísimos, por no decir nulos, de la logística de adquisiciones internacionales, del almacenamiento y las necesidades existentes, y de los mecanismos de distribución. La filosofía no es el mejor bagaje para un ministro de Sanidad. Además, alguno de los puntos confiscatorios del Decreto sobre el Estado de Alarma ha servido precisamente para espantar a los posibles proveedores internacionales. Incompetencia en su nula previsión, incompetencia en su caótica reacción.

Con ello, la tragedia está servida: nuestro muro de contención contra la crisis, la sanidad que nos protege a todos, se está desmoronando. Nuestros sanitarios todavía carecen de los equipos de protección necesarios, que están llegando con cuentagotas (y al parecer, algunos solo gracias a la intervención directa del Rey). Con diferencia, España es ahora el país mundial donde más sanitarios han caído infectados… ¡Ya van más de 5.000! La sanidad va a colapsar muy pronto. Y puede que algo parecido ocurra también con nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, masivamente desprotegidos.

El Gobierno va a continuar semiparalizado, más preocupado en tapar su pasmosa inacción a base de propaganda, y en vigilarse unos a otros (¿cuál fue el motivo real de ocultar el positivo de Carmen Calvo?, ¿el miedo a Pablo Iglesias?), que no de poner en marcha planes estratégicos realmente eficaces que apoyen y no estorben las actuaciones de comunidades, ayuntamientos y empresas. La tragedia es que son monumentalmente incompetentes. Viven en el Narnia de su ideología y solo saben responder con incoherencias, con propaganda y con ataques a la oposición.

La siguiente incógnita es qué va a ocurrir a nuestras empresas y trabajadores con las medidas económicas de cartón piedra que se han articulado (quizás mejor desarticulado). ¿Pediremos ahora más ayuda a la OTAN? ¿Tendremos que esperar a la ayuda de la UE en próximas semanas?

Y en cuanto a la dimensión política, el penoso e ideologizado Gobierno de coalición actual tiene que dar paso a un Gobierno de concentración de PSOE, PP y Ciudadanos, dejando fuera a los extremos, presidido por alguna figura independiente o por algún acreditado socialista distante del actual liderazgo. La mejor ayuda de Pedro Sánchez para remontar la crisis sería irse. Cuanto antes. Y dejar paso a un nuevo equipo gubernamental con una capacidad de gestión competente y eficaz y con total apoyo parlamentario. Sin tener que estar pendiente de pagar peajes ocultos continuamente a los extremistas. De lo contrario, quién sabe… Aún estamos a tiempo de evitar una tragedia como la del 1918.

Pedro C. Marijuán es licenciado en Ingeniería y doctor en Neurociecia Cognitiva

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