Por
  • Francisco Bono Ríos

Apocalipsis

Opinión
'Apocalipsis'
KRISIS'20

Ni los más sesudos gabinetes, institutos y gurús de las predicciones podían imaginar un escenario mundial como el que se está viviendo a cuenta del dichoso coronavirus. Únicamente los cineastas y escritores de ciencia-ficción han sido capaces de ilustrarnos con situaciones paranoicas de este calibre, desconocidas, desde luego, para todos los que habitamos hoy este planeta.

Sin duda, la primera consecuencia de esta pandemia es la sacudida que ha sufrido nuestra situación de confortabilidad, tanto material como mental, y la ración de humildad que estamos recibiendo los humanos, demasiado acostumbrados a vivir rodeados de certidumbres y cordones de seguridad como nunca antes en la historia. Hay que añadir a esto una cierta sensación de poderío ante los adelantos tecnológicos que prometen convertir nuestra vida en un oasis de placeres sin límite.

Pero resulta que ahora llega un ‘bichito’, del que lo desconocemos todo, que irrumpe en nuestra existencia y nos inocula un terror que fluctúa desde la pérdida de la propia vida a la pérdida de nuestras formas de vivir cotidianas y de convivencia (el agotamiento del papel higiénico es algo que merece un estudio de psicología social). De repente, nuestra tranquilidad se viene abajo y nos inunda un terror apocalíptico que nos desconcierta y nos lleva a tomar decisiones irracionales.

Para cerrar el círculo, la reacción de los líderes mundiales lejos de servir para tranquilizar no puede ser más nefasta para la población. No me refiero a las normas más o menos acertadas que se van implantando en cada país, sino a la falta de coordinación, tan imprescindible en estos casos, y a las reacciones insolidarias de algunos. Sirvan dos ejemplos: de un lado, la desconexión entre los países de la Unión Europea (cada uno por su lado, una vez más...) y de otro, las infames declaraciones de Trump contra Asia y Europa (por cierto, tomemos nota, menos Gran Bretaña).

Pero junto a la incertidumbre que produce enfrentarse a lo desconocido, cuya duración ni siquiera somos capaces de predecir, surge otro cúmulo de dudas ante el futuro. Y aquí voy a referirme a la cuestión de la economía.

A mi modesto entender, el escenario de futuro en materia económica va mucho más allá de la recuperación de las Bolsas (se normalizarán tarde o temprano) y tiene que ver con los profundos cambios que deberían darse en los sistemas de producción de las empresas y en el tablero de poder mundial. Otra cosa es si sabremos aprender de las lecciones recibidas o, por el contrario, olvidaremos lo ocurrido hasta que llegue nuevamente otro derrumbe de similar alcance.

¿Qué lecciones deberíamos aprender?

Indudablemente, la primera lección es que las empresas no pueden –no deben– depender de los suministros de un único país, por el simple hecho de los costes. Es admisible que nadie, hasta hoy, pensara que podría producirse una falta de abastecimiento como consecuencia de una cuarentena sanitaria, pero a la vista de lo sucedido parece sensato hacer una reflexión profunda sobre una necesaria diversificación geográfica de las fuentes de suministro.

Este cambio, a su vez, llevaría a una cierta mejora en los niveles salariales –por ejemplo– de nuestro país, ya que la tan criticada precariedad salarial tiene una parte de origen en la competencia de los bienes procedentes de China, cuya competencia en precios es debida a los bajísimos –nulos en ocasiones– salarios y derechos laborales de sus trabajadores.

Un segunda lección tiene relación con la geopolítica. No es necesario insistir en el hecho de que Europa, desde las dos guerras mundiales, ha perdido un notable peso en el tablero mundial a favor de Estados Unidos y China, sin olvidar la cuota de Japón y otros países asiáticos; este hecho se ve agravado por la salida de Gran Bretaña de la UE. La desvertebración europea es un hecho que admite poca discusión, y ello se ha terminado de evidenciar con la grave crisis que estamos padeciendo. Hasta tal punto ha llegado este desequilibrio que Trump ni siquiera ha consultado a la UE sobre su decisión de prohibir la llegada de europeos a su país.

Difícil tarea queda por delante, pues. Pero una cosa es segura: que el futuro está plagado de mayores incertidumbres a partir de ahora, lo cual extremará la prudencia en las decisiones de empresas y hogares. Queda por ver si contaremos con liderazgos firmes y coordinados para afrontarlo, cuestión que hoy por hoy no está asegurada en absoluto.

De momento, propongamos a los profesionales sanitarios para el Premio Princesa de Asturias.

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