Joan Manuel Serrat.
Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza. Serrat.
Guillermo Mestre.

Hoy Joan Manuel Serrat es nombrado Doctor Honoris Causa por nuestra Universidad. Y todos sus amigos y admiradores estamos de enhorabuena. Serrat fue parte decisiva en nuestra educación sentimental, y muchos nos acercamos a la poesía española gracias a sus versiones de Antonio Machado o de Miguel Hernández, de Joan Salvat Papasseit o de Mario Benedetti. Sus canciones tuvieron siempre un aire de libertad, un aire fresco en tiempos muy sórdidos y difíciles. Y admirábamos en él, no sólo al músico y al letrista excepcional, sino también al ciudadano comprometido con Cataluña, con España y con las libertades de todos. En él fue siempre natural cantar en las dos lenguas que le eran propias: el catalán de su padre y el castellano de su madre, la belchitana Ángeles-Teresa, aquella, que, como cantó en ‘Mi niñez’, le daba -en julio y en Aragón– "un pueblecillo, una acequia, un establo y unas ruinas al sol".

Ni haber formado parte de ‘Els Setze Jutges’ con objeto de impulsar la ‘Nova Cançó’ y favorecer el uso del catalán, ni su exigencia de cantar en esa lengua en Eurovisión, ni su exilio en México por condenar al régimen franquista y sus medidas represivas, impedirían que años más tarde unos intransigentes llegaran a insultarlo en Cataluña. Muchos vivimos aquello como una ofensa a tantos como lucharon porque la democracia llegara a este país, esa misma democracia que les permitía injuriar ahora a uno de quienes más trabajaron por ella. Hoy mi Universidad lo hace Honoris Causa, como antes hizo a mi amigo Labordeta. Y me siento orgulloso y feliz.

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