Por
  • Juan Manuel Iranzo Amatriain

Al día siguiente

Un paciente sospechoso de padecer coronavirus es trasladado a un hospital en Corea
Un paciente sospechoso de padecer coronavirus es trasladado a un hospital en Corea
YONHAP/ EFE/EPA

Habrá un día siguiente a la cuarentena, que no será el siguiente a que empiece a disminuir la cifra oficial de contagios ni a que lo haga la de fallecidos, acaso tampoco el siguiente a que no se registren más casos; tal vez unos días después. Pero vendrá el día en que saldremos a la calle, con cautela, sin duda, para evitar el rebrote, pero con cierta seguridad, aunque puede que no tanta como esperamos ahora.

No sabemos si esta epidemia acabará siendo un episodio pasajero, porque todos los que no fallezcan resulten inmunizados, o si se transformará en un suceso anual y estacional, como la gripe, a mayor escala, por su infecciosidad, o menor, por la inmunidad; o si, en el caso peor, se convertirá en endémica, como el sida, porque siempre haya en algún lugar alguien asintomático que contagie a otro. Conviene mirar al VIH o la malaria para recordar que no hay garantía de que se consiga pronto una vacuna suficientemente eficaz ni, aun lográndola, de que se distribuya rápida, económica y universalmente. El Covid-19 puede compartir el destino de la viruela, virtualmente extinta, pero también podría ser otra tuberculosis o peor. Tardaremos meses en saberlo, pero cuando lo sepamos aprenderemos a vivir con ello.

Esta crisis nos está dando la oportunidad de aprender muchas cosas: epidemiología, matemáticas del crecimiento exponencial, nuevas tecnologías aplicadas a la sanidad, teoría de las políticas públicas… Leemos que Corea del Sur ha frenado la enfermedad mucho más rápido que Europa y ha tenido menos muertes; y que lo ha logrado gracias a tres sabias decisiones: rápidas y drásticas cuarentenas tan pronto como aparecían los primeros casos en una localidad, protección en el acto mediante aislamiento de los colectivos más vulnerables, y seguimiento y encuesta constante vía teléfono de casos posibles para la identificación precoz de los contagiados y su confinamiento preventivo inmediato, pruebas masivas a sus contactos y geolocalización anónima de los confirmados para facilitar la prevención por distancia social. Así ha logrado prevenir contagios y, en consecuencia, una perturbación social y económica muy inferior a la nuestra.

Es el resultado de cómo respondió Corea a la crisis de 2008, con una gran inversión pública y, por inducción, privada, en tres sectores prioritarios: educación, I+D, medio ambiente. (Cabe recordar que aquí hubo recortes en educación, las tasas universitarias subieron, se creó una burocracia que entorpece que los científicos puedan financiar sus proyectos con fondos que, además, se redujeron, por increíble que hoy resulte). Me parece probable que antes de que esto acabe tengamos todos las aplicaciones coreanas en nuestro teléfono. Tal vez, si tenemos síntomas graves, nos hagan la prueba con reactivos fabricados allí. Invertir en ciencia compensa. (Y, sí, también han sido muchísimo más disciplinados que nosotros).

Y tendremos que aprender macroeconomía. Porque al día siguiente, ante una situación del todo nueva, el reinicio de una economía prácticamente paralizada, la incertidumbre será absoluta. ¿Qué hacer? ¿Comprar o vender, producir o reducir inventario, invertir o desinvertir, emplear o despedir? Para sostener y relanzar la economía es preciso un fuerte estímulo público, ya creando dinero, ya emitiendo deuda. En ambos casos, debe tener el respaldo de capital real. ¿De dónde saldrá? ¿De inversores extranjeros, de una política fiscal más progresiva o de subir el IVA a todos…? Cada una de estas decisiones puede tener serias consecuencias sobre la productividad, la competitividad o la distribución del valor en una economía, y a su vez sobre nuestra vida cotidiana. Ahora tenemos tiempo para pensar y hablar. Hay que hacerlo, con palabras que todos entendamos.

Debemos tomar decisiones importantes y hacerlo por consenso, con la mayor cohesión posible. Esta epidemia es, quizá, el primer hecho absolutamente global, algo que los más de 7.000 millones de seres humanos del planeta experimentaremos en carne propia casi a la vez. Si esto no nos une, si no nos enseña a dejar de lado minucias localistas, si esto no nos hace comprender que no tenemos futuro si no es un futuro común, basado en el conocimiento, la responsabilidad, la justicia y la solidaridad de todos, si no es así, no apuesto un céntimo a que sea un futuro próspero y en paz.

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