Insólito pleno

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció ante el pleno del Congreso.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció ante el pleno del Congreso.
Pool / Efe

Por suerte o por desgracia, en estos momentos la mayoría de los principales dirigentes políticos españoles, tanto en el Gobierno como en la oposición, son hombres y mujeres que solo muy recientemente, en los últimos pocos años, han asumido altas responsabilidades políticas y de gestión. Hay excepciones, claro, como por ejemplo las ministras Calvo y Robles, pero en su mayor parte, en buena medida por razones de edad, son bisoños en el ejercicio del poder. Les falta experiencia, poso. Esto no tiene por qué ser una receta para el fracaso, pero introduce en el campo político otro factor de incertidumbre añadido a los muchos que ya conlleva nuestra situación actual. Además, la política española lleva cuatro años flotando en una especie de levedad posmoderna, ocupada en todo y en nada, más pendiente de gestos y alharacas que de la sustancia, abonada a la representación escénica más que a la toma de decisiones trascendentes y a la bronca gratuita más que al contraste razonado y a la colaboración, y esquivando los auténticos desafíos del país. Pero hete aquí que, de repente, estos dirigentes, junto a toda España, se han topado con la realidad. Y no con cualquier realidad, sino con la que trae uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. ¿Cómo reaccionarán? ¿Bogarán juntos para que salgamos adelante? ¿Aprenderán de sus errores? ¿Mostrarán la madera de los líderes o el serrín de la inconsistencia? No perdamos la fe. Al menos, el insólito pleno de ayer en el Congreso, con asistencia reducida para guardar las distancias, aportó algún destello de confianza. Dicen que mujeres y hombres dan lo mejor de sí en los momentos difíciles. Ojalá lo demuestren.

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