Por
  • José Miguel Palacios

¿‘Concelhos’ en Aragón?

Opinión
¿'Concelhos' en Aragón?
POL

Los españoles padecemos un agudo complejo de inferioridad colectiva, que en ocasiones compensamos mirando por encima del hombro a nuestros vecinos portugueses. "Menos mal que aún nos queda Portugal", una frase que el grupo gallego Siniestro Total popularizó a mediados de los años ochenta, ilustra bastante bien nuestra mezcla tóxica de autohumillación y arrogancia. Una combinación fatal que nos hace mirar con una cierta condescendencia a los portugueses y que nos impide aprender de ellos sobre los muchos problemas que han resuelto mejor que nosotros.

Portugal, con 10.500.000 habitantes y 92.000 kilómetros cuadrados de superficie, tiene 308 concejos (‘concelhos’). Aragón, con algo más de 1.300.000 habitantes y algo menos de 48.000 kilómetros cuadrados, cuenta con 731 municipios. Lo que quiere decir que un municipio aragonés es, por término medio, cinco veces menos extenso que un concejo portugués y tiene diecinueve veces menos habitantes. Si excluimos del cálculo a las dos capitales, Zaragoza y Lisboa, un concejo portugués tiene 37 veces más habitantes que un municipio zaragozano. Y es que en el país vecino el concejo medio (sin contar Lisboa) cuenta con más de 32.000 habitantes, una población similar a la de Teruel.

Al igual que Portugal, otros países europeos han optado también por un modelo de municipios grandes. Los Países Bajos, por ejemplo, cuentan con 355 comunas para una población superior a los 17 millones de habitantes (casi 48.000 habitantes por comuna) y en Bélgica, donde son algo más pequeñas (20.000 habitantes por comuna), el anterior gobierno flamenco había empezado a presionar a las de menor tamaño para forzar su fusión en otras más grandes. Algunos países nórdicos, como Suecia (35.000 habitantes de media) o Dinamarca (casi 60.000), así como los de la antigua Yugoslavia, utilizan también este mismo sistema de municipalidades (comunas) de gran tamaño.

La principal ventaja de los municipios grandes es que permite que todos ellos se doten de una administración suficientemente profesionalizada y cuenten con los medios necesarios para cumplir sus funciones sin el apoyo permanente de entidades de orden superior. Los países que han adoptado este tipo de organización han podido así prescindir de algunos escalones administrativos (nuestras provincias, por ejemplo) o los han convertido en órganos de la administración periférica del Estado, sin ninguna capacidad de autogobierno.

El mayor inconveniente es que estos municipios grandes abarcan a menudo diversos centros de población y pueden resultar para parte de sus habitantes entidades administrativas ‘lejanas’ y, hasta cierto punto, ‘ajenas’. En Portugal resuelven este problema dividiendo los municipios en ‘freguesias’ (literalmente, ‘feligresías’ o ‘parroquias’), que corresponderían a nuestras pedanías. En cualquier caso, el grueso de las competencias locales se encuentra en manos de los concejos, no en las de las ‘freguesias’. Por término medio, cada una de ellas cuenta con dos empleados (Zaragoza tiene más de 5.000), lo que da una idea de sus limitadas posibilidades.

¿Y serviría este sistema para acabar con la despoblación de la España interior, del Aragón vacío? Pues según y cómo. Dependería de cómo definiéramos ‘despoblación’. No serviría, desde luego, para salvar esa infinidad de pueblos pequeños que se van quedando sin habitantes. Y es que con los sistemas de producción actuales y con los medios de transporte de que disponemos ya no resulta necesario vivir a unos cientos de metros de las tierras que se trabajan. En cambio, todos queremos disponer de los servicios propios de la vida moderna: centros de salud, farmacias, supermercados, residencias, buena conexión a internet…

Y eso resulta imposible de garantizar en los pueblos pequeños, pero está al alcance de todos en los de mayor población, que se están convirtiendo en pequeñas ciudades y ganando en atractivo. Entre 2001 y 2018, solo tres localidades aragonesas con más de 5.000 habitantes perdieron población: Tarazona y Tauste, que lo hicieron mínimamente (menos del 1%), y Andorra, por las circunstancias especiales que concurren en este municipio turolense.

Si tuviéramos un sistema como el portugués, con concejos de mayor tamaño, los grandes beneficiados serían sin duda, los pueblos grandes, donde radicarían los órganos municipales y donde se concentrarían los principales servicios. Unos pueblos que estarían en mejores condiciones para retener su población actual y que podrían atraer a parte de los que dejan los pueblos pequeños de sus alrededores. ¿No es eso luchar contra la despoblación?

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