Trinchera Covid-19

Entrada al Hospital de Torrejón, donde se sitúa uno de los focos de coronavirus de la Comunidad de Madrid.
Entrada al Hospital de Torrejón, donde se sitúa uno de los focos de coronavirus de la Comunidad de Madrid.
Fernando Villar / Efe

El coronavirus nos está quitando algunas cosas en España: libertad de movimiento, abrazos, besos, fútbol y seres queridos. También está devolviendo a los niños a casa porque no hay clase, trastocando rutinas que nunca hubieran soñado estos motivos. En resumen, a los que vivimos lejos de los hospitales nos ha impuesto una vida más tranquila: estar en casa, sofá, peli y algún titular exagerado por televisión. El teletrabajo y la lección de que trabajar en pijama, a la larga, agota. Y evitar los viajes. Detalles que han cambiado notablemente nuestra rutina pero que vienen justificados por las recomendaciones de los expertos del Ministerio de Sanidad (que no son políticos), encabezados por ese milagro nacional 'made in Zaragoza' llamado Fernando Simón al que una caterva de ignorantes se han puesto los últimos días a dar lecciones.

La pena ha sido tener que llegar a declarar el estado de alarma, pero no por el confinamiento casi policial, sino porque es un extremo al que ha tenido que llegar el Gobierno ante la insolidaridad y la desobediencia de buena parte de los ciudadanos, que no entendían algo tan sencillo como que hay que quedarse en casa, lavarse las manos y evitar el contacto social.

Lo digo porque parecen tres recetas sencillas pero que pueden ayudar enormemente al sector de la población que sí lo está pasando mal: los ancianos, la gente con enfermedades crónicas y la gente que trabaja en la sanidad pública. De estos últimos me precio de tener a mi hermana trabajando como médica en un hospital de Madrid, donde todos estos días los ha pasado alarmada con la situación que se iba generando ante el colapso al que se asoma el sistema sanitario, con personas que por coronavirus u otras patologías puedan necesitar atención médica y se encuentren con un hospital desbordado, sin respiradores, UCIs, personal o camas suficientes. Y me ha parecido extraordinaria una posición que ha tenido, creo que sin darse cuenta, en la que toda la preocupación que me iba transmitiendo no era por ella sino por los pacientes que puedan llegar necesitando ayuda. Lo cual es un buen ejemplo de la sanidad que tenemos, infrafinanciada e infravalorada, que se extralimita en vocación y cuidados, y por la que hay que ser disciplinados como muestra de respeto y orgullo.

@juanmaefe

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