Peregrinos ataviados con mascarillas asisten a la oración del Angelus en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Peregrinos ataviados con mascarillas asisten a la oración del Angelus en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Fabio Frustaci / Efe

Desde niños, hemos sobrevivido al cólera, al sarampión, a las anginas; a fiebres y catarros sin cuento. Hasta el sida y la polio parecen erradicados a gran escala. Ni la gripe aviar ni la porcina pudieron con nosotros. El ébola, de altísima mortandad en las zonas más míseras del planeta, nos caía a desmano. Como el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), o el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS). Pero ahora parece que estuviéramos en el entorno virgen de King Kong, Tiburón o en una película de Alfred Hitchcock. Absurdamente desnudos, manipulables, desprotegidos.

¿Antes el huevo o la gallina? ¿Murciélagos, camellos o animalillos microscópicos? ¿Cambio climático unido a una atmósfera viciada? ¿Falta de vitamina C? ¿Bajas defensas? De Wuhan a Madrid, hay muchas preguntas. Y siempre se nos van los buenos, como Li Wenliang, el doctor que diagnosticó la pandemia social que se venía encima y murió en el intento de sanar a sus prójimos. Secreción nasal, tos, fatiga, fiebre… quizá el primer síntoma sea la sordera.

China, Corea del Sur, Irán, Japón, Argelia, Italia, Alemania, España… 81 países, 95.000 positivos, más de un millar de muertos en su foco de origen. Nos cuentan que es mucho más llevadero que una gripe común, que no afecta a los menores, que hay que estar muy mayor o muy tocado para que se te lleve por delante. ¿Y por qué se cierran los colegios, se cancelan congresos y todo tipo de eventos? ¿Habremos de resintonizar también nuestras antenas psicosociales para empezar a comprender?

Estamos a su alcance. Madrid, Valencia, Cataluña, País Vasco. Y lo peor, contagiar el interior, inocularnos miedos e inseguridades. ¿Se recuperará el Ibex? ¿No estaremos cavando la fosa a un empleo más digno y a las ayudas sociales? Mi sobrino, como otros escolares, ha debido cancelar su visita a Italia. Han cerrado la puerta de La Meca; y ahora la de Tierra Santa -una de mis mayores ilusiones de este redondo 2020-. Y aquí al lado, en el Clínico, se ha dado un nuevo caso.

Los cuarenta días de cuaresma se han transformado en cuarentena, de quince a treinta días, según países. Y James Bond sigue de vacaciones, al cancelar su película ‘Sin tiempo para morir’. El científico rescatado en la misma, ¿sería Li Wenliang? ¿O algún oficial norcoreano? ¿Ficción o realidad? Puede sernos higiénico practicar yoga.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión