La DGA y la estabilidad presupuestaria

El presidente Lambán y el consejero de Presidencia, Vicente Guillén, en un pleno de las Cortes.
Lambán y Vicente Guillén en un pleno de las Cortes.
José Miguel Marco

A pesar de los años de bonanza económica, con el consiguiente aumento de la recaudación por impuestos, y de haberle dado a la presión fiscal algo más que una vuelta de tuerca, el Gobierno de Aragón bajo la presidencia de Lambán no ha conseguido cuadrar las cuentas. Como ayer publicaba HERALDO, el déficit del 2019 multiplica varias veces el objetivo, lo que además no ha impedido que la inversión pública aragonesa se mantenga en niveles muy bajos. Y si las cosas han ido de ese modo mientras la economía crecía a buen ritmo, es seguro que a la DGA no le resultará más fácil cumplir con sus obligaciones de estabilidad presupuestaria cuando llegue una etapa da vacas más flacas, como parece que ya está ocurriendo. Fiar el equilibrio presupuestario a la mejora de la financiación autonómica sería temerario. Esa batalla, que debería librarse en 2020 después de años de procrastinación, es muy importante para Aragón, que debe hacer pesar sus argumentos. Pero no lo es menos para las demás comunidades autónomas, algunas de las cuales defenderán criterios bien distintos. Y ahí están los gobiernos valenciano y andaluz, de signos políticos opuestos, trabando una alianza que puede ser decisiva y nada favorable para los intereses de Aragón, que tendrá que activar su propia coalición con las regiones de la España despoblada.

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