La borrasca Gloria que en enero azotó el levante de España y particularmente la zona oriental de nuestra Comunidad, causando abundantes incidencias y trastornos, ha tenido también una cara benéfica: en este momento los embalses de la cuenca del Ebro guardan una abundante reserva de agua. Hay que recordar la función esencial que desempeñan estas infraestructuras hidráulicas en una tierra, como Aragón, marcada por la irregularidad de las lluvias.

Los pantanos de la cuenca del Ebro están hoy algo por encima del 80% de su capacidad, un registro bastante superior a la media de los últimos cinco años, que ha sido del 75%. Los aportes de diciembre y enero fueron mayores que los habituales, especialmente con el paso de la borrasca Gloria, que llegó a la península el día 19 del mes pasado y dejó intensas lluvias y nevadas, afectando de manera especial a las comarcas orientales de Aragón. El aumento de la reserva de agua ha sido el efecto positivo de este temporal y hoy permite que las alertas por sequía hayan desaparecido del territorio aragonés y de toda la cuenca, y que la campaña agrícola de las zonas de regadío pueda afrontarse con relativo optimismo. Aunque el desarrollo de la misma dependerá de que las reservas se mantengan al aproximarse el verano y del ritmo al que se produzca el deshielo de la nieve acumulada; si es demasiado rápido no será posible aprovechar todo el caudal. En todo caso, la alternancia de buenos y malos datos hidrográficos subraya que los embalses son infraestructuras esenciales para la gestión del agua y que sin ellos nuestra agricultura sería mucho más pobre y precaria, resultaría muy difícil garantizar el abastecimiento de las poblaciones y las crecidas de los ríos tendrían efectos aún más intensos y dramáticos. Cuando vuelve a plantearse una revisión del Pacto del Agua en la que, mediante el diálogo, habrá que conciliar intereses y puntos de vista diversos, conviene no perder de vista esta realidad.