Por
  • Eva Sáenz Royo

La nueva Inquisición

Manifestación de estudiantes el 8M
Manifestación en Zaragoza en el 8M
Heraldo.es | Raquel Labodía

Existe un feminismo que es tan nocivo como el machismo. Es todavía poco conocido para la mayoría, pero en la universidad ya lo estamos viendo –y sufriendo–. Se trata de un feminismo que marca la ortodoxia y se erige en su vigilante. Es el mismo feminismo que afirma que la directora de diversidad étnico racial no puede ser una persona "no racializada", que un hombre no puede ocupar un puesto de responsabilidad en temas de igualdad o que no puede hablar de transexuales una persona que no lo es. Desde ese feminismo ‘infalible’ e ‘hipersensible’ se han marcado, hasta el momento, tres temas sobre los que tiene ‘verdades absolutas’ y sobre los que no cabe discusión: la maternidad subrogada, la prostitución y la pornografía.

En abril de 2019, en la Universidad Carlos III de Madrid se consiguió celebrar un debate sobre gestación subrogada. Ello a pesar de las presiones que la Plataforma Universitaria de Estudios Feministas y de Género, que agrupa los institutos de género de todas las universidades españolas (¡vaya papelón!), redactó un escrito en protesta por la utilización de fondos públicos para la celebración del debate. La verdad, que sostienen que es absoluta e irrebatible, es que la maternidad subrogada supone la mercantilización del cuerpo de la mujer. Lejos quedan aquellas voces feministas que afirmaron la disponibilidad de la mujer de su propio cuerpo.

En septiembre de 2019, el rector de la Universidad de La Coruña anunció que se veía obligado a suspender la celebración de unas jornadas sobre prostitución como trabajo sexual. En este caso, la verdad, que sostienen absoluta e irrebatible, es que "toda prostitución es violencia de género, explotación y esclavitud", como si no existiera la prostitución libremente ejercida por personas mayores de edad y capaces. Lejos quedan aquellas voces feministas que abogan por el reconocimiento de derechos laborales y sociales de un colectivo fuertemente feminizado.

El seminario ‘Introducción a la teoría del porno’ de la Universidad Complutense de Madrid también fue censurado en enero de 2020 por los ataques de ese mismo feminismo. Sobre la base del atentado a la dignidad de la mujer, se obvia que hay hombres actores porno y que su consumo también es mixto.

A raíz de estas manifestaciones de intolerancia, un grupo de profesores y personal de veinte universidades públicas españolas formamos una plataforma que, bajo el lema ‘Universidad sin censura’, impulsamos y apoyamos el debate como instrumento esencial para la reflexión, la búsqueda de la verdad individual y el progreso.

En el marco de este movimiento, en Zaragoza el 12 de diciembre se celebró un debate sobre la regulación de la prostitución como trabajo sexual. Con dificultades para encontrar abolicionistas que quisieran debatir. Con medidas de presión e intentos de boicot. En positivo, a raíz del debate, un grupo de estudiantes, siguiendo el más puro espíritu universitario, decidió colocar una pancarta en la que se insta a que se escriban libremente los argumentos a favor y en contra de la regulación de la prostitución y de la abolición.

Termino con unas consideraciones. En primer lugar, paradójicamente un sector del feminismo termina defendiendo las mismas tesis que tradicionalmente ha defendido la Iglesia católica: la indisponibilidad del propio cuerpo. En segundo lugar, en democracia no existen los debates inmorales. Pensar lo contrario es puritanismo y vuelta al franquismo. En tercer lugar, una causa justa como es la que surge del feminismo no merece semejante degradación. Por último, mirar para otro lado ante semejante intolerancia, por no quedar como ‘poco feminista’, es permitirla y fomentarla. No nos sorprenda que la intolerancia también se propague por el otro extremo. Al fin y al cabo, los polos opuestos se atraen.

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