Por
  • Juanma Fernández

Batalla en pan de molde

Los bocadillos y sandwiches son las grandes apuestas de muchos de los bares universitarios, donde se pueden encontrar en ofertas con bebidas y otros platos.
"Los sándwiches que me preparaba mi tía Bienve"
HA

El otro día desayuné un sándwich mixto. Ahora prefiero bocadillos que no sean de pan de molde: pavo, aceite de oliva y queso fresco. Y no les doy importancia. Ahora no les doy importancia a los bocadillos, ni a los pasos de cebra, ni al final de la calle Olmo de Casetas: el rincón donde las farolas lloran niebla y me esperan con el tiempo congelado. En Casetas, si miras hacia el Castellar te acuerdas todo lo que has perdido; lo poco que miraste algunos instantes con el corazón o la forma de cocinar un bocadillo.

Esa misma mañana me acordé de los sándwiches que me preparaba mi tía Bienve, que me descubrió el tesoro de hacer un "huequico" con los dedos en una rebanada, echar un huevo crudo y aguardar a los plazos de la sandwichera. Y me pregunté si era justo que en la nevera no hubiera huevos y si yo seré capaz de ilusionar tanto a mis hijos con algo tan pequeño, tan dúctil, tan de verdad. Mi futuro son esos recuerdos, dulces fogonazos que ellos ignorarán aun cuando yo me sienta solo, o triste, y ellos tiren de mí con el despiadado egoísmo con el que los hijos arrasamos con la vida de nuestros padres. Porque no sé si es la treintena, que ya la llevo medio bien estrenada, o las calles de una ciudad que no es la mía pero a la que me he acostumbrado, que cada vez siento más que las raíces son un tesoro pequeño, propio e incomprensible para el resto donde, en definitiva, nadie termina de entrar. Descubro, atento, valiente y asustado, la pista de aterrizaje hacia una soledad que desconocía y con la que supongo que todos acabamos batallando. La soledad de clavar los pies en el suelo, morder y remar; de aparcar los problemas, complejos y caprichos nimios. La misma que me va arrebatando el placer materialista, la que me enseña que poseer es ignorar, que me hace libre y ciudadano a base de buscar y buscar las anclas veraces del tiempo que me precede.

Un camino que uno persigue todo el rato y sin darse cuenta: girarse tras dejar huir un perfume que no recordabas, ser condescendiente con las promesas, asumir que los corazones irreemplazables son perecederos y algunos tienen la mala costumbre de adelantarse a tu despedida. Y con todo eso voy haciendo este colchón de vida que me sorprende como aquel sándwich al que nunca imaginé escribir para explicar qué es la ilusión.

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