Por
  • Isabel Nerín

Señores y señoras

Opinión
Discurso.
Pixabay

Sí, señores y señoras, tantas veces dicho, tantas veces oído; inicio protocolario de muchos actos sociales a lo largo de muchos años, cientos de años. Y nunca nadie protestó, nadie alzó la voz, a nadie irritó. Es fácil suponer que este saludo inicial se incorporó en los actos sociales debido a la presencia de hombres y también de mujeres. Por eso, no debería ser tema de debate cuando en la actualidad se reconoce la presencia de las mujeres fuera del ámbito social. Y hoy en día, que todo es más casual o más popular, deberíamos decir y oír el ‘amigos y amigas’ o ‘compañeros y compañeras’ con naturalidad, sin caer en burdas trampas. Trampas son cuando se incorpora la ‘a’, de manera desafortunada o en tono jocoso, a cualquier término de nuestro idioma, con el presunto objetivo de promocionar por un lado o de ridiculizar por el otro, todo un cambio social. En general, usamos el lenguaje de forma eficaz sin necesidad de reparar mínimamente en él. Los recientes avances tecnológicos o fenómenos como la globalización, por nombrar solo algunos de los cambios ocurridos en los últimos años, nos han obligado a expresarnos con términos nuevos que adoptamos sin que nadie se moleste. No deberíamos olvidar que lo que no se nombra no existe y que el lenguaje humano recoge la representación mental de la realidad que percibimos. Y si la realidad cambia resulta obvio modificar también la manera de expresarla. Personas, población, ciudadanía, profesorado… Amigos y amigas: no es demasiado complicado utilizar el lenguaje inclusivo para incorporar la presencia de las mujeres. Resistirse a ese cambio resulta ciego e injusto.

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