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La lección sobre el escenario

Lola Herrera, en 'Cinco horas con Mario'.
Lola Herrera, en 'Cinco horas con Mario'.
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En estos tiempos de excesivo ruido, tendemos a poner a la misma altura el fruto del talento y el esfuerzo y las ocurrencias de dudosa valía, pero que logran el aplauso fácil en la sociedad del entretenimiento.

De todas las profesiones dedicadas al disfrute de los demás, la de actor de teatro destaca por su dificultad. Se tira al escenario sin paracaídas, armado tan solo con su voz y sus gestos, ante un público que espera ser conmovido por su interpretación. 

Es capaz de memorizar decenas de páginas que transmite como si surgieran de sus labios de forma espontánea. Se trata de un esfuerzo tan titánico que supone un descomunal desgaste mental... e incluso físico: llegan a dejarse algún kilo en cada función. Ante esa situación, lo único que se espera es que el público esté a la altura y, al menos, no malogre la extraordinaria concentración que necesita el intérprete.

Por si fuera poco, hay obras que requieren un sobresfuerzo mayor porque todo el peso recae en un actor. Es el caso de ‘Cinco horas con Mario’, el monólogo más largo e intenso del escenario español, basado en la obra homónima de Miguel Delibes.

Desde la otra noche en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza, cuando un inoportuno móvil que no cesaba de sonar colmó la paciencia de Lola Herrera, que se vio obligada a abandonar momentáneamente el escenario, el mundo del teatro y el público en general estamos en deuda con ella. Porque el gesto de esta gran artista de 84 años ha puesto sobre la mesa el debate sobre la educación, el respeto y el saber estar que requiere asistir a todo acto público, y en especial al teatro.

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