Por
  • Francisco A. Comín

Ramsar y los humedales

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La laguna de Gallocanta, uno de los principales humedales aragoneses.
Laura Uranga

Ramsar es una ciudad de 35.000 habitantes en el norte de Irán, a orillas del Mar Caspio, donde 160 estados firmaron el 2 de febrero de 1971 un convenio para la conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales, regionales y nacionales y gracias a la cooperación internacional. Hoy día son 171 estados, de los 193 reconocidos por la ONU, los que se han comprometido a este fin, con 2.375 humedales que ocupan 253 millones de hectáreas. Posiblemente sea Ramsar el convenio entre estados que más se cumple y a mayor escala. Esto dice mucho del reconocimiento que la mayoría de los estados dan a este tipo de ecosistemas, al menos en teoría y por la distinción de figurar en una lista prestigiosa. Sería bueno que el interés por conservarlos y restaurarlos se ampliara a todo tipo de humedales, porque los que quedan son solo la mitad de los que había a mediados del siglo pasado, pero almacenan, mayormente en manglares y turberas, el 27,5% del carbono total acumulado en la vegetación y el suelo de los ecosistemas terrestres, aunque solo ocupan unos 8 millones de km2, el 5,3% de la superficie terrestre de la Tierra. 

Es imprescindible que su restauración y conservación se haga repercutiendo los beneficios en las poblaciones locales, como recuerda el Secretariado Ramsar en su revisión de la lista de humedales de importancia internacional y de recomendaciones para su gestión. Porque los humedales, además de acumular carbono, y con ello paliar el cambio climático, amortiguan las variaciones meteorológicas, las inundaciones, regulan el flujo de nutrientes, eliminan contaminantes, forman suelo, tienen excelentes valores recreativos y culturales y proveen de alimentos (pescados, sal, miel, aceites vegetales, arroz) y materias primas (maderas, fibras vegetales, tintes, taninos, minerales). El conjunto de los servicios que proveen cada año tienen un valor económico estimado (50 billones de dólares) similar al de los ecosistemas terrestres (bosques y pastizales) y de los océanos, por lo que el valor de los servicios que provee cada hectárea de humedal supera en mucho a los valores por hectárea de otros ecosistemas. 

España inscribió en 1982 su primer humedal en el Convenio Ramsar; y ahora son 75 (305.000 ha); cuatro están en Aragón, aunque podrían ser más. Las Saladas de Bujaraloz-Sástago y los Tremedales de Orihuela se inscribieron en 2011. Las lagunas de Chiprana y Bujaraloz están celebrando su 25 aniversario como humedales Ramsar de importancia internacional, sin atención por los responsables de su gestión hasta 2018. En Chiprana la lotería de la energía fotovoltaica está contribuyendo a su desarrollo, aunque sería conveniente revisar los cambios en la provisión de servicios ambientales que están ocurriendo al cambiar tan extensamente la ocupación del suelo. En el entorno de la Laguna de Gallocanta, ni su designación como espacio protegido ni su inclusión en el Convenio Ramsar han contribuido a su desarrollo. La dinámica de la despoblación se ha impuesto sobre iniciativas privadas y ayudas públicas, quedando una gran preocupación por el futuro ante la incertidumbre de la PAC y los cambios globales, y ante la escasa eficiencia de las políticas aplicadas a los aprovechamientos agrarios y a la gestión de los recursos naturales. La resiliencia del ecosistema lagunar es lo que mantiene a la Laguna de Gallocanta y su cuenca en un relativo buen estado. Aunque muchas de las iniciativas (plantación de árboles, infraestructuras urbanas, concentraciones parcelarias, reparación de carreteras, fomento de la innovación agrícola y ganadera, observatorios de la naturaleza) se hacen sin la necesaria confluencia de aspectos sociales, económicos ambientales y de gobernanza, los pilares del desarrollo sostenible. 

El 2 de febrero es el día mundial de los humedales. Hay pocas expectativas de celebración por gobernantes y gobernados, aunque los humedales nos seguirán proveyendo de excelentes y valiosos servicios si se conservan y restauran adecuadamente y sus beneficios repercuten en la población local.

Francisco A. Comín es profesor de Investigación del IPE-CSIC y miembro del Comité Directivo International Sustainable Development Research Society

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