1820: Muy Noble y Muy Heroica

Los seis títulos de Zaragoza.
Los seis títulos de Zaragoza.
Lola García

Huesca y Teruel tienen títulos muy antiguos: Huesca resucitó el suyo de Ciudad Victoriosa, anterior a la Era. Teruel, sin contar con los concedidos por Franco, es, desde las carlistadas, Muy Noble, Fidelísima, Vencedora, Heroica y Siempre Heroica. Zaragoza los ganó desde los Sitios. Se rindió a las tropas francesas de Bonaparte, tras dos tremendos asedios que le dieron justa fama en medio mundo, el 20 de febrero de 1809. A los pocos días, el 9 de marzo, la Junta Suprema Central con sede en Sevilla, donde hacía las veces de Gobierno de España en pleno caos bélico, publicó en la ‘Gazeta’, con estimable diligencia, un encendido texto en el que lloraba la ruina de la ciudad, ensalzaba el heroísmo de sus defensores y otorgaba derechos y prerrogativas (ascensos y subsidios económicos) a cuantos, civiles y militares, hubieran participado en la épica defensa de la plaza.

Cuatro años más tarde, los ocupantes imperiales abandonaron la ciudad, semiarruinada. En 1814, el rey Fernando VII, de quien los españoles en general esperaban un gobierno sabio y moderado -recibieron lo contrario-, quiso visitar la capital aragonesa antes de entrar en Madrid y rompió los planes de viaje previstos para hacerlo: se le recibió con exaltación y exultación. Al poco, le pidió el Ayuntamiento que hiciese realidad aquellas concesiones honorables. Pero el monarca no pareció ver ninguna urgencia en el caso. Finalmente, en 1820, el Gobierno acordó poner en acto una mínima parte de lo acordado en 1809 por la Junta Suprema y concedió a la capital del Ebro sus primeros títulos oficiales.

No es que la antigua César Augusta no fuera considerada una urbe históricamente distinguida. Los reyes aragoneses, cuando se dirigían a su Concejo, se referían a Zaragoza como cesárea, augusta o imperial, en razón de su ilustre epónimo, el emperador Cayo Julio César Augusto. En el siglo XVI ya un colofón de imprenta la llama ‘Muy Leal’ ciudad; y en tiempo de los Austria se añadieron a esos motes honorables los de fiel y fidelísima, loando esa misma lealtad en diversos momentos de conflicto.

El 25 de enero de 1820, el Ayuntamiento puso en acta la autorización regia datada el 19 anterior. Según el documento, la disposición ratificaba la concesión de nobleza personal (no transmisible) a todos los defensores y la exención de impuestos a la ciudad, si bien en otros términos que en 1809. En la lista de prerrogativas figuraba la concesión de los títulos de Muy Noble y Muy Heroica a Zaragoza y de Excelentísimo a su Ayuntamiento, punto este último que se añadía a lo decidido por los meritorios gobernantes de 1809, si bien no hay documento que lo acredite, salvo error.

Los munícipes estaban satisfechos de que la nobleza otorgada "a todos los que se hallaron en Zaragoza en cualquiera de los dos Asedios" no fuera transmisible (contra lo dispuesto a la ligera por la Junta Suprema), "porque así se refina y da mayor realce al beneficio que por la inversa desmerecería, y los quilates del premio rebajarían si la nobleza se concediera hereditaria con el daño y trastorno público de su aumento excesivo". Prudente apreciación. Con objeto de darlo a conocer, se publicó el caso en el ‘Diario de Zaragoza’ del 9 de febrero. Los sucesos cumplen, así, dos siglos exactos en estos mismos días.

Un cabo suelto

Un punto no cuadra bien. La generalidad de los autores explican que Zaragoza sea también llamada Muy Leal porque así lo dispuso la Junta Suprema en 1809. Quizá. Pero el texto que se publicó, con fecha 9 de marzo de 1820, en el ‘Suplemento a la Gazeta del Gobierno’ del día 10 (manejo el ejemplar del Archivo de Alcalá de Henares) no lo dice. Además de un elogio conmovedor, trae trece concesiones que versan sobre: la prez de los habitantes y defensores, nativos o no, "beneméritos de la Patria"; la honra debida a Palafox, "digno y bizarro", cautivo en Francia; los ascensos (un grado) a los oficiales y a los soldados (que pasarían a sargentos); la nobleza individual; las pensiones que habrían de abonarse "á las viudas y huérfanos de los que hubieren perecido en la defensa"; la preferencia en los empleos públicos; la exención "de todas contribuciones por diez años contados desde el día en que se haga la paz"; la reconstrucción de sus edificios públicos "á costa del Estado con toda magnificencia"; la erección de un monumento para "memoria perpetua del valor de sus habitantes y de su gloriosa defensa"; una placa que recuerde el hecho "en todas las capitales del Reyno"; una medalla oficial como muestra "de gratitud nacional por tan eminente servicio"; la propuesta de similares recompensas "á qualquiera ciudad de España, que resista con la misma constancia un sitio igualmente porfiado y tenaz"; y el estímulo a los literatos "de un premio de una medalla de oro y cien doblones» si cantaban adecuadamente «el valor, la constancia y patriotismo de Zaragoza" para "llenar los corazones españoles de su mismo amor á la libertad y del mismo horror á la tiranía".

No he sabido hallar concesión anterior a 1820 de los títulos que, sin duda y vengan de donde vinieren, la capital de Aragón ganó de sobra: Byron y Von Kleist lo cantaron por entonces.

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