Cyber vulnerables

Los usos y aplicaciones del big data en la Administración pública son inmensos
'Cyber vulnerables'
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Cuando todo está conectado, todo es vulnerable. Este aforismo, tan obvio como sugerente, acompaña el comienzo del apartado ‘Cyber vulnerabilidad’ del libro ‘From Gutenberg to Google. The History of Our Future’, que se podría traducir como: ‘De Gutenberg a Google. La historia de nuestro futuro’. Lo publicó Tom Wheeler el año pasado. Tiene cuatro partes diferenciadas, además de la introducción y el epílogo. Con los títulos de cada una da pistas de su argumento: perspectiva, pronósticos, el camino a la revolución y nuestro turno.

El autor, Tom Wheeler (1946), es un político norteamericano vinculado al Partido Demócrata. El presidente Barack Obama lo nombró responsable de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos en el periodo de 2013 a 2017. Entre otras cuestiones, participó intensamente en el debate sobre la neutralidad de Internet, es decir, sobre si mantener o no servicios y protocolos que se comporten de manera equivalente con los usuarios, sin discriminaciones. Más allá de la historia personal del autor, aquí nos interesa prestar atención a su análisis de los efectos de la tecnología en nuestra vida. Propone desde su posición –privilegiada, en todos los sentidos– una mirada al futuro releyendo el pasado. Considera que ese modo de argumentar nos permite entender nuestra ‘aceleración’ e incertidumbre en las redes y, especialmente, los vínculos que nos traban como sociedad.

Wheeler atiende a dos ‘revoluciones’ asociadas a dos inventos y, por ende, a dos cambios tecnológicos y sociales: la imprenta y el telégrafo. En el primer caso, las innovaciones en las formas de impresión creadas en el siglo XV espolearon un proceso que llega hasta nuestros días. Nuestro mundo es consecuencia de aquella invención, de esa tecnología. En el segundo, con el telégrafo del siglo XIX, se superaron los límites conocidos de la comunicación humana. Los mensajes podían transmitirse a larga distancia y más rápidamente que con los carteros a caballo o las palomas mensajeras. A esto se sumó el ferrocarril. Ambos alteraron el ritmo de la vida, la estabilidad y el horizonte de lo entonces posible. El mundo mutó radicalmente. Con esas claves del pasado, nos lleva a pensar los cambios acelerados de nuestra época impulsados por las tecnologías de la información y de la comunicación. En nuestro horizonte se yerguen realidad virtual, inteligencia artificial, ‘blockchain’, ciberseguridad, como pilares de lo que Wheeler denomina "una tercera revolución de la red". Y desde su lógica termina el libro diciendo: "Conocemos las historias que nos han llevado a este momento. Sabemos cómo las acciones de aquellos que lidiaron con los cambios de la historia crearon nuestro hoy. Ahora estamos en un momento histórico propio, y nos toca a nosotros guiar cómo la nueva tecnología determina el futuro".

Porque antes ha dejado claro que tenemos unos retos propios de nuestro momento. En concreto propone cinco: 1.- "ya no podemos escapar", uno puede estar alejado, pero no es posible separarse, hemos perdido libertad; 2.- "los empleos desaparecen", al menos en las dimensiones de la industria pre-digital –por cierto, como ya anticipó Rifkin–; 3.- "las expectativas de privacidad desaparecen", nuestros datos nutren los ‘big data’ que son el capital, el oro con el que se mercadea en el siglo XXI; 4.- "la comunidad está amenazada", porque las redes digitales, lejos de unir desensamblan lo que llama "experiencias de información que son necesarias para que una república tenga éxito"; 5.- "se ha creado un nuevo predominio del mercado" donde, como es palpable, "la agregación de información por un puñado de empresas se convierte en un nuevo cuello de botella para el funcionamiento de una mercado competitivo". Y entre ellas podemos identificar a los gigantes tecnológicos que desbordan el control que gobiernos y Estados tienen que garantizar.

Para superar estos retos, necesitamos tomar conciencia, primero del dato de la vulnerabilidad compartida, segundo, de la reformulación de la confianza y, tercero, de una digitalización que no necesariamente libera. Si aquello de "Arbeit macht frei" –lema de Auschwitz, "el trabajo libera"– era una trampa, la digitalización inconsciente también. Y Google, Facebook ‘et alii’ lo saben y lo cultivan. Tenemos que despertar.

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