El diputado Torra y la república cuántica

Joaquim Torra.
Joaquim Torra.
Quique García / Efe

Como aquel famoso gato de Schrödinger, víctima de un experimento mental de la física cuántica, que estaba muerto pero a la vez seguía vivo, Joaquim Torra ha dejado de ser, en estos momentos, diputado autonómico pero, al mismo tiempo, sigue siéndolo. Ha dejado de serlo por decisión judicial, consecuencia de su delito de desobediencia, pero continúa ejerciendo como tal en virtud del pertinaz desacato de los independentistas a los mandatos de la Justicia. Si hoy, como está previsto, se reúne el pleno del Parlamento catalán y se produce una votación y Torra emite su voto, ese voto debería ser nulo. Y si la votación fuera secreta, y no pudiera anularse un voto concreto, sería nulo el resultado de la misma. Si los órganos de la Cámara no la anulan, cabrá recurso ante los tribunales. Si se trata de una votación sobre las tonterías a las que últimamente se dedica el Parlamento catalán, ni fu ni fa. Pero si se trata de un asunto serio, podríamos encontrarnos con la paradoja ‘cuántica’ de que una ley o una norma autonómica esté en vigor, según la consideración de algunos, y sea nula al mismo tiempo. Y lo mismo podría ocurrir con los documentos que firme Torra como presidente de la Generalitat, pues dista de estar claro que pueda seguir ejerciendo ese cargo tras haber sido inhabilitado como diputado. En sus momentos de exaltación, los secesionistas fantaseaban con que una Cataluña independiente se convertiría, por su prosperidad, en la Bélgica o la Dinamarca del Mediterráneo (nótese que se comparaban con dos monarquías). Pero el paso que llevan es el de convertirse en la primera república cuántica de la historia, donde la realidad y la ficción se confunden y son intercambiables. Es decir, la versión posmoderna de lo que siempre han sido las repúblicas bananeras.

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