El este de Aragón, y muy especialmente en la provincia de Teruel, ha sufrido el temporal de nieve más intenso que se recuerda. Estos días, los servicios de emergencia han funcionado a pleno rendimiento y, afortunadamente, no hay que lamentar desgracias personales. Es la hora de evaluar los daños y establecer las ayudas para su reparación. Y, sobre todo, toca aprender de la experiencia, pues los fenómenos meteorológicos extremos pueden ser cada vez más frecuentes.

Las nevadas que han afectado a Aragón han sido, en función de la experiencia de las últimas décadas, completamente excepcionales. Setenta poblaciones han llegado a estar aisladas y han resultado afectados 143 municipios, 109 de ellos en la provincia de Teruel, la más castigada. En circunstancias tan difíciles, hay que reconocer el buen trabajo realizado por los servicios de emergencia del Gobierno de Aragón y de las demás administraciones; Protección Civil, Guardia Civil, cuerpos de Bomberos, UME, etc., se han movilizado, junto al esfuerzo denodado de numerosos vecinos, para reducir en lo posible las afecciones y prestar ayuda. Si bien en ciertos momentos una mejor coordinación hubiera permitido abrir antes el acceso a algunas localidades, y hay que tener en cuenta las quejas de los pueblos en este sentido, lo cierto es que las situaciones más urgentes han sido atendidas con eficacia y se ha evitado que se produjera ninguna tragedia. 

Sí ha habido muchos daños materiales y económicos, que ahora habrá que evaluar y para cuya reparación serán imprescindibles líneas de ayuda que requieren el concurso del Gobierno central; el presidente Sánchez, que hoy visita Teruel, debería aportar seguridad al respecto. Debemos ser conscientes de que el cambio climático puede hacer que situaciones meteorológicas extremas como esta se repitan con frecuencia. Prepararse para hacerles frente es una tarea en la que los técnicos y las instituciones tienen que colaborar con el conjunto de la sociedad.