El auténtico impacto de los ODS

Opinión
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
POL

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son el resumen de la Agenda 2030 que publicó la ONU en 2015 para enmarcar las acciones de gobierno y la toma de decisiones de todas las personas y las organizaciones con el objetivo de que el futuro al que nos encaminamos sea sostenible y, como dijo el secretario general de la ONU António Guterres, con dignidad para todos.

Los ODS son mucho más que una simple declaración. Aunque en una primera lectura parezcan una declaración más, son metas concretas, hasta 169, de las que hay que destacar dos aspectos diferenciales.

El primero es que se reconocen, se piden y se exigen alianzas imprescindibles a todos los niveles organizativos. No se trata de acuerdos que solo afectan a los gobiernos. Si así fuera, el fracaso estaría garantizado. Son fines en los que todos podemos influir de forma activa y pasiva. Activamente, haciendo que nuestras acciones cotidianas los tengan en cuenta. Los gobiernos poco pueden hacer por reducir el consumo de combustibles si vamos con nuestro propio coche a todos los sitios, despreciando la existencia de medios de transporte con menor impacto. No quisiera que se tuviera que crear una policía ecológica que nos obligara a cerrar las ventanas de nuestra casa en invierno porque no aguantamos el calor de nuestra propia calefacción. Pasivamente, exigiendo que los mandatarios actúen en consonancia a los ODS.

Pero lo que más me interesa en lo personal y en lo profesional es su segunda característica. Dentro de los objetivos y de las metas, la antroposfera es tan importante como el resto de ecosistemas contemplados. Se excusan muchos países en vías de desarrollo en no querer adquirir compromisos de esta índole porque supondrían un hándicap en su crecimiento económico. Argumentan que, al final, serán los ciudadanos de los países pobres los que pagarán el lavado de conciencia de los países ricos, a coste de un menor bienestar. En muchos casos no les falta razón pero, después de varias décadas de pensamiento económico único, la mano invisible nos ha demostrado que las desigualdades sociales crecen en todos los entornos. Que, más que países ricos y pobres, hay ciudadanos ricos y pobres. Y esta es una de las cosas que más me gustan de los ODS. Muchos de los objetivos y las metas propuestas están encaminados al cambio de los hábitos destructivos que practicamos en todas las sociedades. Sin esta transformación, lo que se pueda aplicar siempre se consideraría como medidas coercitivas que coartan nuestra libertad. Hoy en día nadie considera que conquistar el país vecino y esclavizar a sus ciudadanos sea una forma de desarrollo, a pesar de que durante muchos siglos se haya justificado el hacerlo basándose en la superioridad de unas civilizaciones sobre otras.

He dicho que este punto de vista es el que me interesa más en lo profesional. Y lo afirmo por el hecho de que soy docente y tengo responsabilidad ante mis alumnos de lo que les enseño. No solo debemos transmitir información para que adquieran competencias. La formación de su forma de pensar, los valores que deben tener en cuenta frente a un proceso de toma de decisión son tan importantes como lo anterior. Mi institución, la Universidad de Zaragoza, debe abordarlo en sus planes de estudios y en la planificación de sus actividades. La institución que no lo haga no estará cumpliendo con un cometido fundamental al que está obligada.

Los ODS son mucho más que un acuerdo para reducir el consumo energético, el gasto en papel y la cantidad de efluentes y vertidos que generamos. Nuestra institución puede hacer mucho más. Como organización, mejorando sus propias acciones; y como maestra, implantando buenas prácticas a nuestros alumnos. Hay que incluir en nuestros planes formativos la enseñanza de los valores que nos permitan hacer una sociedad realmente más justa. Más sostenible en lo ecológico pero también en lo social, que significa ser integradora, inclusiva y no discriminadora. Como dijo António Guterres, debemos apoyar la integración de ciertos elementos esenciales: la dignidad, las personas, la prosperidad, el planeta, la justicia y las alianzas. La prosperidad solo será si es compartida y sostenible.

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