Por
  • Javier Sebastián

El buen enero

Tarjetas de crédito.
Tarjeta de crédito.
JOSÉ MIGUEL MARCO

Le traiciona el subconsciente, hablo de un amigo. Estos días anda cantando por ahí: "El mes de enero/ me quiero morir/ el mes de eneeeero...". Es la célebre canción de Los Chunguitos cuya letra dice, en realidad: "Dame veneno/ que quiero morir/ dame veneeeeno...". Sin embargo, no le falta razón a mi amigo: enero y quererse morir es todo uno. Y eso que, según el Instituto Nacional de Estadística, el mayor número de suicidios se da en mayo. Aun así, enero es el sumidero de todas nuestras esperanzas. Arruinados, las tarjetas de crédito sin fondos. Un mes al que lo único que se le puede pedir es que pase pronto.

Bien, pues me propongo darle un poco de calorcillo a lo que queda de enero. Tres argumentos que, en el fondo, son uno solo. Tienen que ver con la austeridad. Hermann Hesse reflexionaba sobre la bravura de los que no tienen bienes materiales, en cambio, las mentes débiles los necesitan. El escritor de culto Ludwig Hohl vivió durante veintiun años en un mal sótano de Ginebra, a base de pan y agua, mientras escribía aforismos, que colgaba en cuerdas porque ni siquiera tenía una mesa. El filósofo Wittgenstein mandó a paseo la inmensa herencia de su familia y se encerró en una cabaña en Noruega a pensar. Sus últimas palabras: "He sido feliz". Tres motivos para el consuelo. Tener bravura, vivir en un sótano, pensar. Qué pronto se pasarán así todos los eneros.

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