Palabras prestadas
Hemos empezado el año celebrando un debate de investidura (otro más) que ha tenido un tono bronco —en algunos momentos, bochornoso—. Y eso que los discursos, preparados para que nuestros representantes muestren carisma y elocuencia, estaban repletos de citas literarias deslizadas aquí y allá: palabras prestadas que dan brillo a las suyas propias y disimulan lo mediocre de su contenido.
Una se imagina a los asesores de los líderes políticos en el momento de escribir unas piezas que serán leídas entre los abucheos de unos y los aplausos de los otros, eligiendo con cuidado a los escritores que citarán para parecer más inteligentes, más comprometidos, más sensibles. El manido Bertold Brecht es un básico, un fondo de armario, pero citar a un escritor perseguido por Hitler da caché. Galdós no podía faltar: es obligado mencionarlo en el centenario de su muerte. Vargas Llosa es Nobel, y ahora que sale en MasterChef todo el mundo lo conoce. Machado, referencia de integridad moral, siempre sube el nivel. Citar a Pérez Reverte (para mal) no sé si da puntos, pero te convierte en ‘trending topic’ en las redes. Jugar con los versos más tristes de Neruda debería quitar puntos y no darlos.
Llama la atención que ninguna escritora española o extranjera, viva o muerta, haya conseguido colarse entre esas citas. Los nuevos ministros —o ministras— de Cultura e Igualdad tienen un reto: enseñar en esta legislatura a sus compañeros de hemiciclo las muchas autoras que están a la altura de los citados hoy.