España vive el cambio más profundo desde 1982. Durante el bipartidismo, un vuelco en La Moncloa suponía un estrés, pero inmediatamente la maquinaria seguía funcionando. Ahora, las costuras del Estado están al límite por el desafío independentista y por el papel clave en la investidura de dos partidos como ERC y Bildu. Todo es inédito: la coalición entre PSOE y Unidas Podemos; el número de ministerios, multiplicados para acoger a los de Iglesias; la exigua y débil mayoría que sustenta al presidente... Y el fondo y forma de sus aliados: la diputada Bassa (ERC) pidió ayer a Sánchez, tras llamar ‘verdugo’ al PSOE, que indulte a los presos del procés.

En este contexto, es difícil saber qué pasará en este nuevo mandato con las reclamaciones de Aragón, cuyo presidente, Javier Lambán, fue una ausencia significativa en la sesión de ayer. El voto negativo de Teruel Existe no hubiera impedido la investidura de Sánchez, como pretendían quienes les presionaron. Cualquier diputado de ERC lo hubiera compensado mutando su abstención en un ‘sí’. Pero su apoyo al nuevo gobierno les compromete no solo a vigilar el cumplimiento de las promesas a la provincia, también a desmarcarse de cualquier votación o decisión que ponga en riesgo los valores que rechazan diputados como Bassa y sus compañeros.