Director de HERALDO DE ARAGÓN

Espectadores

Vista del hemiciclo del Congreso durante el debate de investidura.
Vista del hemiciclo del Congreso durante el debate de investidura.
Juan Carlos Hidalgo / Efe

La conversión de la política en espectáculo ha reducido nuestra naturaleza democrática a la condición de espectadores. Aplaudimos o abucheamos, víctimas de un regidor que nos oculta parcialmente la trama y que se muestra ocupado por dejar sin argumentos a un buen número de actores que se presuponían principales. La negociación de Pedro Sánchez con ERC, un incomprensible espectáculo de ambigüedad calculada, se ha fraguado con todos los ingredientes que invitan al recelo. Afectado por un severo secretismo, alejado de la transparencia y de la obligada explicación previa que exige un acuerdo de esta naturaleza, el pacto con el secesionismo catalán no solo ha traspasado las líneas rojas que el mismo Sánchez definió como infranqueables, sino que ha servido para ignorar a los barones socialistas y a su propio partido. La estrategia, que refleja un daño sobre algo tan básico como es en democracia la búsqueda del consenso, apunta como respuesta a un preocupante crecimiento de los extremos. Políticamente se ha inaugurado un periodo que, lejos de normalizar la ya de por sí alterada situación nacional, nos introduce en un renovado escenario de desconfianza hacia el que será el nuevo presidente del Gobierno.

Los errores de Sánchez a lo largo de estos días han sido muchos y variados, pero el principal de todos ellos ha sido vincular las necesarias matemáticas que requiere una investidura a algo tan sensible como es la negociación con Cataluña. Negar que el PSOE terminaría hablando con ERC, una vía que el Gobierno de Rajoy también estudió, sería tanto como ignorar el deseo de Sánchez de perpetuarse en la Moncloa. Pero hacerlo sacrificando el consenso de las fuerzas constitucionalistas solo evidencia una peligrosa ambición personal. Sin haber descubierto dónde se encuentra la cesión de los republicanos, dónde reside su cambio de actitud política, la abstención de ERC en la investidura convierte a Sánchez en un presidente débil, sujeto, precisamente, a los caprichos de aquellos que han tenido como estrategia la inestabilidad.

La volatilidad de Sánchez, con capacidad para modificar a voluntad los argumentos que fueron motivo de una repetición electoral -incluso las razones que invitaron al voto a muchos españoles-, introduce a los socialistas en una peligrosa desconexión con una parte de sus votantes (un peligro que también corre Teruel Existe), una severa ruptura que impide cualquier posibilidad de una nueva convocatoria a las urnas y que introduce al futuro Ejecutivo en un punto de no retorno. Con el ‘president’ Joaquim Torra inhabilitado, con dudas incluidas y expresadas por el PSOE sobre la capacidad de la Junta Electoral Central (JEC) para llevar a cabo tal medida, y con una larga relación de promesas lanzadas sobre la mesa de diálogo con la Generalitat, donde se incluye la consulta sobre los posibles acuerdos alcanzados, Sánchez ha optado por un proceso de diálogo de alto riesgo en el que no se cuenta con el resto de las comunidades autónomas.

No cabe duda de que la grave situación que se vive en Cataluña, con una sociedad quebrada en dos y con un creciente desafío de las instituciones autonómicas, obliga a la construcción de una nueva etapa de entendimiento, aunque esta siempre debería producirse en el ámbito definido por la Constitución y bajo el respaldo de los partidos mayoritarios. En su intervención de ayer en el Congreso, Sánchez se esforzó por señalar que, a partir de ahora, será la vía política la que prime con Cataluña, apostando directamente por "dejar atrás la judicialización". La sentencia del líder de los socialistas, dirigida al independentismo catalán como un mensaje tranquilizador, parece olvidar, en cualquier caso, que los procesos judiciales abiertos no lo fueron por una decisión caprichosa o por un deseo aleatorio. Fue la existencia de un desafío secesionista la que vulneró la legalidad obligando a la puesta en marcha de un juicio en el Tribunal Supremo.

miturbe@heraldo.es

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