Un presidente normal

No nos hace falta un gran líder, basta con un presidente que tenga sentido común.
No nos hace falta un gran líder, basta con un presidente que tenga sentido común.
HERALDO

Papá Noel no lo logró, así que en mi carta a los Reyes Magos he vuelto a pedir un presidente del gobierno. Siendo realista, no aspiro a que quien ocupe tal cargo comparta mis ideas, que me caiga bien, que luzca el carisma de un gran estadista, ni que posea portentosas cualidades. Saltaría de alegría si Sus Majestades de Oriente trajeran un presidente del gobierno normal y corriente, es decir, con sentido común, que no creo que sea, como se dice, el menos común de los sentidos. A mi entender, solo desde el sentido común la política dejará de alentar la disensión que se cierne sobre España, que no es pariente de la sana discrepancia democrática, sino de la agria discordia que invade hoy el mundo, caldo de cultivo y a la vez consecuencia deliberada del oportunismo y de la demagogia. Estos vicios políticos cuentan con fuertes factores sociales y biológicos, como lo son la desigualdad económica y la repugnancia por lo diferente que produce la amígdala cerebral, y operan en alianza con el miedo, la ignorancia y la pereza intelectual.

Por eso, admito que en mi carta a los Reyes Magos, además de un presidente con sentido común, también he pedido que la sociedad lo acoja con la determinación necesaria para superar la tendencia a dicha pereza, de modo que sepamos afrontar la paradoja cognitiva a la que aludió expresamente el filósofo Isaiah Berlin, cuando sostuvo que identificar lo que los individuos y los grupos humanos tienen en común es mucho más arduo que percibir las diferencias. Probablemente, esta sea una de las razones por las que a veces a los acuerdos les cuesta tanto fraguar.

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