Por
  • Pedro Rújula

Liberales

Fernando VII.
Fernando VII pintado por Goya entre 1814 y 1815.
Goya. Archivo Thyssen.

Dentro de un par de días, el 1 de enero de 2020, se cumplen doscientos años del pronunciamiento de Cabezas de San Juan que abría el Trienio liberal (1820-1823). No le costó demasiado al comandante Riego convencer a las tropas del batallón de Asturias de que embarcarse hacia América para combatir a los insurrectos, en unos barcos que amenazaban con hundirse, no era una buena idea. Bastó con decirles que el problema americano se arreglaría con solo proclamar la Constitución, para que se decidieran a seguir las banderas liberales.

El absolutismo no cayó ese día. Tuvieron que transcurrir más de dos meses para que, primero en Galicia, luego en Asturias y finalmente en Zaragoza, Pamplona y Barcelona, se produjeran nuevos movimientos de desobediencia al gobierno y de apoyo a los pronunciados andaluces. El día en que las tropas que debían combatir la insurrección se pasaron al enemigo, Fernando VII tomó conciencia de su aislamiento político y de que había perdido el control de la situación. Solo entonces, simulando entusiasmo, se decidió a jurar la Constitución de Cádiz.

Se abría así uno de los momentos germinales de la contemporaneidad española, el primer episodio de nuestra historia en que los españoles pudieron vivir, aunque fuera por un breve período de tiempo, en condiciones de normalidad institucional, en un régimen liberal cuyas bases se acercan a las que constituyen la sociedad actual.

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