El guiño del emoticono
Dime qué emoticonos usas y te diré quién eres. Si utilizas con frecuencia la cara de risas o el guiño, eres una persona positiva. Si, por el contrario, sacas a menudo a pasear por el Whatsapp "el dedo de la palabrota" o del insulto, o bien el rostro congestionado de ira, tu carácter es agrio.
La elección de unos símbolos, los emojis o emoticonos, como "la mejor palabra del año" por parte de la Fundéu parece un absurdo, o una inocentada tardía. Pero en realidad es todo un acierto. Porque la Fundación del Español Urgente, que el año pasado eligió ‘microplástico’, ha querido así hacer un guiño a una forma de comunicación intergeneracional ampliamente utilizada. Permiten expresar con rapidez y con escaso margen de duda aquello en lo que estamos o no de acuerdo, o cómo nos sentimos. Incluso hace posible jugar y aprender, como puso de manifiesto la Fundación Amigos del Museo del Prado al lanzar un concurso de emoticonos para adivinar a qué obra de sus fondos se refería.
Los emojis no son excluyentes ni están reñidos con el buen uso del lenguaje. Pueden convivir perfectamente. Y son lo más próximo a una lengua universal que existe. Lo incorrecto, como todo, es usarlos en el momento indebido. Por ejemplo, cuando se está a la mesa en familia o con amigos. Hasta el Papa dio ayer un tirón de orejas a los niños que acostumbran a utilizar el teléfono móvil a la hora de la comida. El reproche habría que extenderlo a los adultos, porque este gesto de mala educación no es solo propio de los más pequeños; también tiene numerosos adeptos entre la fauna adulta.
Lo importante, en todo caso, es poder comunicarse con los demás. Y, sobre todo, entendernos.