No pierde la ocasión el presidente de Aragón, Javier Lambán, para recordar a esos "agoreros" que desconfiaban de su capacidad para liderar un cuatripartito difícil de explicar (y de entender) que, cinco meses después, la Comunidad goza de una salud democrática envidiable. Tal es así que poco extraña ya que Arturo Aliaga (PAR) comparta confidencias con Maru Díaz (Podemos), y pacten presupuestos, dejando atrás los reproches que se lanzaron en las Cortes por los desmanes del plan de depuración del Pirineo. Su relación es tan cordial como la que se profesan PSOE y CHA desde 2015, un idilio que ni la rebaja de Sucesiones impulsada por el centroderecha llegó a truncar. 

En un pacto entre la izquierda moderada y radical, el centroderecha y los aragonesistas, el éxito reside en la capacidad de encaje para sacrificarse por el bien común, aunque duela. 

Tan bien va Aragón que Madrid centra sus preocupaciones. ERC tiene la llave de la gobernabilidad y Sánchez, que pasa de "conflicto de convivencia" a "político" sin ruborizarse, está dispuesto a reunirse con el "iluminado" de Torra (Ábalos, ‘dixit’) si no lo inhabilitan antes. Sin salirse un milímetro de la Constitución, le dice a Lambán. Solo faltaba. Ni ajustándose a la legalidad garantizará que el país sea gobernable. Bien lo saben agoreros, iluminados... y hasta optimistas forzados.