El gráfico triturador

El razonamiento lógico tritura los sofismas como si fueran papel.
El razonamiento lógico tritura los sofismas como si fueran papel.
HERALDO

Es probable que el lector conozca las máquinas trituradoras de documentos. Las elementales son muy baratas y están al alcance de cualquier economía, incluso modesta. Las hay que transforman los papeles en tiras; otras trabajan mediante corte cruzado, que dificulta mucho la reconstrucción; las de nivel superior generan partículas que, en el nivel comercial máximo (6), miden 5 x 1 mm. En el 7, que no es comercial, salen 15.000 minúsculos confetis de un mero folio. Las más sofisticadas, separan ciertos elementos aprovechables (grapas, etc.). En fin: que no queda nada de lo escrito.

En nuestros días, atestados como están de ruidosos parlanchines, imaginemos una herramienta trituradora de sofismas y medias verdades, un utensilio que sirviera como detector y destructor de fraudes. El sofista, el superficial, el ignorante -todos tenemos algo de eso; lo malo es que las tres cualidades coincidan en un solo sujeto- se vería así sometido a un proceso pulverizador.

La invención no es nueva, pero Jesús Morales Arrizabalaga le ha dado una aplicación muy a propósito en su libro ‘No es así. Análisis y refutación del discurso institucional del independentismo catalán’ (derebook, 2019). Notable e innovador historiador del Derecho (también del aragonés, público y privado), es, sobre todo, a nuestros efectos, un experto en análisis y confección del discurso jurídico, materias que explica en la Universidad de Zaragoza.

En su refrescante libro están implícitos la lógica de proposiciones y sus conectivas lógicas, las variables proporcionales, las leyes de doble negación, de idempotencia y ecuoprincipalidad, los usos correctos del ‘tertium non datur’ y de las reglas de inferencia. Todo esto es de aplicación en el detector de vacuidades y artimañas que se conoce como análisis gráfico de argumentaciones y que Morales maneja de maravilla: crea un esquema con la estructura y los pasos de un razonamiento para determinar si es aceptable y en qué puntos; o rechazable y por qué causas. 

Un argumento sometido a exploración puede estar circulando, como circula de hecho, plagado de defectos ocultos; pero, el ‘gráfico detector’ actúa como una de esas máquinas de destrucción.

Un artefacto lógico-jurídico

Un ejemplo de artefacto (entre seis posibles) es el aplicado a la ‘recuperación’ por Cataluña de su estatuto de sujeto histórico jurídico-político soberano, perdido mediante su ocupación militar por España, tesis apoyada por buen número de historiadores profesionales, sobre todo desde el desaforado tricentenario de la toma de Barcelona por las tropas del rey Felipe, al final de la guerra civil (e internacional) en 1714.

El primer filtro es el de ‘consistencia lógica y suficiencia argumental’: allí se examina quién es el sujeto político milenario, el valor jurídico de semejante tesis y si la argumentación prueba algo que pueda ser refutado. El segundo paso es el análisis de las objeciones principales acerca de la presunta soberanía histórica del sujeto Cataluña. Un tercer bloque del utensilio lo forman, por un lado, los fundamentos jurídicos y los simplemente racionales de la pretensión (¿hay normas pasadas o presentes que apoyen la tesis?, ¿es completa su estructura institucional?); por otro, los condicionantes propios de las reglas jurídicas y lógicas (el razonamiento es histórico-político, no jurídico; la descripción es incompleta y falsea el conjunto). El cuarto piso (la evacuación del detritus) concluye con lo que la mecánica propia del derecho y la lógica combinados ofrecen como final del caso: Cataluña no puede ser considerada sujeto, aunque sí ‘protosujeto político’; lo cual no genera ningún derecho, pero puede fundamentar expectativas.

El libro es rico en temas y enfoques. Está lleno de sugerencias y de perspectivas poco usuales, porque se trata de un plato cocinado desde el conocimiento de un complejo estilo culinario en el que el derecho, la historia y la lógica se entretejen con talento.

Se trata, por ejemplo, el valor del inconcreto concepto ‘España plurinacional’ -«en su estado actual no pasa de ser un tropo literario»-, incompatible con el artículo 2 de la Constitución y con su Título preliminar, de ardua reforma, además de que sugiere torcidamente que el proceso de formación de España se debe a sujetos políticos territoriales, al modo de naciones que "acuerdan algo parecido a una confederación", cuando lo cierto es que "el reino democrático de España se constituyó por la voluntad de ciudadanos individuales". Este es un punto vital para los demócratas: los sujetos políticos que forman España son personas individuales y no «corporaciones que engloban a muchas personas físicas». En nuestro modelo, el concepto político fundamental es el de ‘ciudadano’, al que se sujeta el resto, empezando por «la redistribución fiscal, que detrae recursos de unas personas para reasignarlos a otras». España es eso: una nación de ciudadanos. Lo que quiso ser, y no pudo, en 1812.

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