Merry Navidad

Papá Noel llega a Río de Janeiro
Papá Noel llega a Río de Janeiro
Ricardo Moraes

Se acerca la Navidad, paradigma de tiempo de reencuentro y de celebración. Casi todas las sociedades actuales, no me atrevo a llamarlas culturas, han aceptado estas fechas de cambio de año como un tiempo especial. Algo se acaba y algo nuevo comienza y lo celebramos de forma ostentosa.

A pesar de las diversas connotaciones del tiempo navideño, religiosas y cronológicas, las formas occidentales de celebración se han impuesto en todo el orbe. Oriente y occidente dan la bienvenida a este con imágenes análogas. La simpática imagen de un venerable anciano repartiendo presentes en un paisaje alpino y nevado se ha extendido por doquier. Hasta en el hemisferio sur, donde la Navidad coincide con el verano, la parafernalia navideña corresponde con el helado norte. Algunos dirán que ha sido la inmensa capacidad de la mercadotecnia del poder imperante, que nos incita al consumo irresponsable e irrefrenable, la que ha conseguido que el color de una conocida multinacional se imponga por encima de cualquier tradición local. Seguramente tienen gran parte de razón, pero tampoco creo que en el mundo antiguo, en los territorios de influencia de la ‘pax romana’, la homogeneización romana fuera muy distinta a la que hoy vemos en estos tiempos de ‘pax americana’. La potencia dominante lo es no solo por el hecho de su poderío económico y militar. Su capacidad de extender su modelo social es lo que realmente significa ser la primera potencia mundial.

Volviendo al tiempo navideño, lo que es innegable es que supone una prueba definitiva de que la globalización ha venido para quedarse entre nosotros. Podemos observar sin grandes esfuerzos que lo trascendente se ha convertido en universal. Los graves problemas, como la emergencia climática, las migraciones forzadas por causas económicas, la desigualdad social y la violencia contra las mujeres, son muy similares allá donde miremos. Todos los foros debaten buscando soluciones de carácter multilateral aunque, de vez en cuando, debamos soportar a algunos mandatarios que todavía creen poder gobernar su nación como si fuera una isla, a pesar de que ni ellos mismos se lo creen. Tampoco nos faltan populistas que dicen defender nuestra identidad y nuestra idiosincrasia de la amenaza exterior. ¡Cómo si supieran de verdad qué es lo que realmente nos interesa!

No quiero decir con esta disquisición que todo lo que hagamos tenga efecto en todo el orbe, como pregonan aquellos que malinterpretan el efecto mariposa, pero sí que todo lo que ocurre en el resto del mundo tiene consecuencias para todos y, por tanto, también para nosotros. Cualquier propuesta, acto o decisión que tomemos debe tenerlo en cuenta. Somos parte de un sistema complejo, que nos afecta y al que afectamos. Por ejemplo, los docentes debemos tener muy en cuenta que nuestros graduados van a desarrollar sus profesiones más allá de Canfranc o de Sarrión, tomadas estas como límites de nuestra comunidad. Tampoco La Junquera será su linde.

A la extensión geográfica debemos añadir la cultural y la idiomática. Allá donde vayan nuestros jóvenes encontrarán a Papá Noel como imagen icónica de la Navidad, pero también ceviche, tofu y tajine de cordero. Y hablarán idiomas diversos, aunque el inglés sea la ‘lingua franca’ de todo el mundo.

La globalización en la diversidad es un concepto algo complejo, contradictorio si se quiere, pero que nos exige que lo tengamos muy presente a la hora de formar nuevas generaciones. La mayoría de los padres de los alumnos que se incorporan a la educación superior no han estado sometidos a este fenómeno, luego es difícil que en los propios hogares se enseñe. Dejar que las redes sociales sean donde los jóvenes aprendan y comprendan cómo es el mundo donde les toca vivir tendrá el mismo efecto desinformador que tuvo durante el franquismo la educación sexual en España. Somos los profesores y formadores los que debemos aceptar el reto y preparar a nuestros jóvenes para una educación y una sociedad del siglo XXI. Y ya solo cabe despedirme deseándoles a todos una muy ‘Merry Navidad’ y ‘Próspero New Year’.

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