¿A quién beneficia?

Greta Thunberg en la cumbre de Madrid.
Greta Thunberg en la cumbre de Madrid.
J. J. Guillén / Efe

Ya se sabe que el éxito no se perdona. Es lo que le está pasando a Greta Thunberg: su iniciativa ‘Fridays for Future’ ha desbordado todas las previsiones, incluidas las suyas. Y como quiera que su éxito puede tener víctimas colaterales, abundan las insidias. La primera, y más repetida, dice que es la marioneta de un gran negocio, que ya beneficia, para empezar, a su familia. Pero, sobre todo, un gran negocio a favor de determinadas industrias y en perjuicio de otras. De momento, algunas marcas de coches ya han estado listas. Seat ha logrado que la joven se desplace por Madrid en su nuevo coche eléctrico antes de ponerlo a la venta. Y, de Madrid a Turín, con repostaje en la puntera electrolinera de El Cisne de Zaragoza, ha viajado en un Tesla Model 3.

Sí, es evidente que alguno se beneficia. Pero la gran cuestión es si es un bien privativo o para el conjunto de la sociedad. En pocos meses, con sus ‘Viernes’, ha conseguido que la concienciación sobre el estado de salud del planeta suba muchos más grados que esos dos que aspiran a frenar los acuerdos de la Cumbre de París de 2015, y sobre los que, hasta ahora, se ciernen todo tipo de incertidumbres.

Mientras Greta no dejaba indiferente a nadie, también Al Gore traía a Madrid su discurso, hoy mucho menos catastrofista que hace una década. Recuerda las devastadoras consecuencias que ya sufrimos por el cambio climático en forma de inundaciones, sequías, incendios, migraciones o epidemias. Pero explica que, en un futuro próximo, la tecnología y la actitud de la gente van a ser más determinantes que las decisiones de los gobiernos o de los ‘Trump’ de turno. Al margen de que en la cumbre haya acuerdos o no, sostiene que vamos a vivir un cambio energético rotundo porque es más accesible y más barato. Describe cómo los países pobres van a saltarse una era económica. África ya ha pasado de la incomunicación al teléfono móvil. De la misma manera, sostiene Al Gore, se está saltando la etapa de los combustibles fósiles para abrazar las nuevas energías que, gracias a los avances de la tecnología, dependen de fuentes que no son de nadie: el viento y el sol. 

Si la tecnología ayuda a los confines del planeta, la actitud está siendo determinante en Occidente. En Europa lo reflejan los mensajes de las nuevas presidentas de la UE y del BCE. Ursula von der Leyen ha lanzado el Pacto Verde Europeo como prioridad de la nueva Comisión, para ser el primer continente climáticamente neutro de aquí a 2050. Y Christine Lagarde quiere que el BCE integre el cambio climático en los modelos macroeconómicos. Algo más que propaganda. 

Tecnología y cambio de actitud y de estilo de vida traen un mensaje esperanzador, pero la transición lleva su digestión. Sin duda, la joven Greta, desde la hipersensibilidad que le confiere su síndrome de Asperger y pese a lo que griten sus contrarios, está acelerando esa toma de conciencia y ese cambio de comportamientos.

¿Que hay sectores perjudicados? Es la evolución… En Aragón lo sabemos bien: la central térmica de Andorra ya está en el tiempo de descuento para el cierre, en 2020. España cumple así sus compromisos con la descarbonización de nuestra economía. Pero no parece que vaya a ser suficiente con el sacrificio de Teruel y otros territorios afines. En Madrid, la tercera fuente contaminante procede de las chimeneas… de las calefacciones domésticas. Desde el optimismo de Pinker, para quien la suma de progreso científico, razón y humanismo hace avanzar al mundo, otra fuente de energía mejor vendrá a climatizar nuestras casas. 

Al Gore concluye que, tras la sucesión de las revoluciones agrícola, industrial y digital, vamos a entrar en la de la sostenibilidad, que reorganizará la economía, con nuevas formas de crecimiento equitativo y saludable.

Greta está entre sus profetas.

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