Desencuentro atlántico
Los mandatarios de la OTAN, reunidos en Londres, han logrado firmar un comunicado conjunto en el que se comprometen a luchar contra «cualquier tipo de terrorismo». Sin embargo, esta genérica declaración de intenciones apenas logra ocultar la grave crisis de identidad en la que está inmersa la Alianza Atlántica. Los 29 países miembros tienen que definir cuál es su papel y no va a ser nada fácil con un aislacionista como presidente de la primera potencia, Donald Trump, que ayer mismo dio la espantada de la cumbre tras difundirse un vídeo en el que varios líderes parecen mofarse de él
La Organización del Tratado del Atlántico Norte ha celebrado este año su setenta aniversario en un clima de profunda divergencia interna, entre acusaciones cruzadas, amenazas de veto y dudas sobre su futuro. Más allá del desafío geoestratégico y militar que suponen China y Rusia, el principal problema que hoy acucia a la OTAN es Trump, con su actitud recelosa y unilateral. De este modo, la política exterior del ‘America First’ (América Primero) avanza con gestos inamistosos como retirarse de tratados, menospreciar a los aliados, comenzar guerras comerciales e ignorar el derecho internacional. Afianza así poco a poco su pérdida de relevancia, después de que Estados Unidos haya sido, desde 1945, el gran factótum de un sistema internacional articulado en torno a organizaciones como la ONU, la OTAN, el FMI, el Banco Mundial y el GATT-OMC.
En esta coyuntura, los miembros europeos de la Alianza Atlántica y Canadá deben seguir respaldando los valores fundacionales, esos que ahora suscitan escaso entusiasmo en la Casa Blanca. Los países con regímenes basados en los principios democráticos y liberales necesitan una estructura internacional que garantice la estabilidad, la paz, la prosperidad y la difusión de su modelo de sociedades libres y fundadas en el derecho.