Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

La patria no es de Vox

La niña pintó una bandera de España en clase.
Bandera de España.
Sergio Barrenechea/EFE

Vox y su líder han repetido en las últimas semanas una proclama del cofundador de la Falange Española de las JONS, Ramiro Ledesma Ramos: "Solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria". Se trata de una adaptación de una frase incluida en el ‘Manifiesto comunista’ ("Los obreros no tienen patria. No se les puede quitar lo que no tienen") que la filósofa Hannah Arendt utilizó para explicar que los obreros nunca han compartido la visión de Marx y Engels y que son especialmente propensos al nacionalismo chovinista cuando se les convence de que su precariado es semejante a un desastre natural. Esta predisposición se incrementa cuando la propaganda logra que el conflicto identitario sustituya al social para liberar a los gobernantes de la obligación de rendir cuentas. Sabido es que un patriota acepta el sacrificio de mejor grado que un ciudadano.

En realidad, Vox solo se suma de este modo a la corriente impuesta por Trump, Johnson, Le Pen, Bannon, Puigdemont o Torra, que han logrado suplir la fractura económica por una cultural. La desigualdad es el principal problema económico, social y político de Occidente (según múltiples voces nada sospechosas de extremismo, desde el papa Francisco al FMI). Pero el éxito de los nuevos populistas y ultranacionalistas es que han conseguido situar los conflictos de identidad en el epicentro del debate. Han sabido utilizar el miedo y la desesperanza de los más pobres para dirigirlos hacia otros pobres y dejar tranquilos a los verdaderos responsables de su empobrecimiento.

Santiago Abascal y sus seguidores se suman con entusiasmo a este renovado debate de las patrias, que ha arrinconado al tradicional de la desigualdad. Esta es la gran victoria ideológica de la extrema derecha en América y también en Europa. Así, Vox está consiguiendo, ante el incomprensible silencio de los demás partidos, que las cuestiones culturales (feminismo, bandera, orientación sexual, aborto, libertad de expresión) se impongan como la principal vía de diferenciación entre las diversas opciones políticas.

La patria, sin embargo, no debe cederse ni a la extrema derecha ni a los nacionalistas. La Constitución de 1978 establece en su artículo 2 que la propia Carta Magna "se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles". La patria es, pues, de todos. Por ello, los partidos liberales, tanto de izquierda como de derecha, necesitan un patriotismo que aglutine a los ciudadanos con el pegamento de los valores cívicos. Se trata de un patriotismo constitucional, según la denominación que popularizó Jürgen Habermas, fundamentando en una ciudadanía que descansa en los valores compartidos más que en una historia u origen étnico común.

No son pocos los intelectuales (Vargas Llosa, Savater, Habermas…) que apelan a no dejar el orgullo nacional en manos de la extrema derecha y a reivindicar el patriotismo civil e ilustrado, el que defiende la cohesión por los valores cívicos. La clave es asumir que España es el nombre de lo que respalda nuestra ciudadanía, nuestros derechos y obligaciones, nuestras libertades, incluso la de perfilar la identidad que queramos.

La Constitución de Cádiz (1812) afirmaba: "La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona". Cuando está asegurada la libertad, nadie es más que nadie en sus derechos y hay un compromiso compartido por todos con los principios de justicia y del bien común. En este sentido, manipulan Vox y quienes hablan de "impuestos confiscatorios". Ningún Estado demoliberal roba a los ciudadanos, simplemente establece en el Parlamento un sistema fiscal para financiar el ‘Estado social y democrático de derecho’, del que habla el artículo 1 de la Carta Magna de 1978.

‘Patria’ resuena como una palabra pomposa y artificiosa. No obstante, los partidos liberales, los de izquierda y los de derecha, tienen hoy la oportunidad de apostar por un patriotismo que sea capaz de unir a los españoles con el pegamento de las libertades individuales y los valores cívicos.

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