Sánchez, Iglesias y el pacto del insomnio

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias llegan a un acuerdo
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias llegaron a un acuerdo este martes pasado.
Efe

Para que el abrazo entre Sánchez e Iglesias que pudimos ver el martes dé paso efectivamente a la formación de un gobierno, hará falta atar muchos cabos que todavía están sueltos. Y si encima pedimos que ese gobierno gobierne y lo haga con un mínimo de sensatez, entonces ni les cuento. Falta un mundo. En todo caso, si finalmente llega a constituirse un gabinete de coalición entre el PSOE y Podemos, estaremos asistiendo a un momento insólito en el devenir de la democracia española. Por primera vez un partido que está clara y marcadamente en contra de algunos de los postulados esenciales de la Constitución de 1978 se encontrará, aunque sea con responsabilidades compartidas, al frente del país, gobernándolo. Es cierto que los podemistas acatan el orden constitucional y actúan políticamente dentro de él. No se han echado al monte, como los soberanistas catalanes. Pero también es verdad que el partido morado es declaradamente antimonárquico, que erosiona con su discurso instituciones como la Justicia, que promueve políticas anticapitalistas y, sobre todo, que propone abrir una puerta por la que Cataluña pueda separarse del resto de España, lo que supone resquebrajar la unidad nacional. No son cuestiones menores. Puede decirse que si ese gobierno que Sánchez califica obsesivamente como ‘progresista’ –la etiqueta es lo que más le interesa– llega a formarse, con Iglesias como vicepresidente, estaremos ante la paradoja de que el sistema estará regido, aunque sea parcialmente, por los antisistema. Inquietante, ¿no? A Sánchez, que dijo que no podría dormir teniendo a Podemos en el Consejo de Ministros, le esperan cuatro años de insomnio. Iglesias, en cambio, decidido a asaltar los cielos, ha empezado a tocar el paraíso con la punta de los dedos.

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