Por
  • María Pilar Benítez

Cachirulo

Muchos zaragozanos incorporan el cachirulo a su indumentaria durante las fiestas.
Muchos zaragozanos incorporan el cachirulo a su indumentaria durante las fiestas.
Francisco Jiménez / HERALDO

En vísperas de las fiestas del Pilar, escuché una de esas conversaciones casuales que no puedes evitar oír, mientras esperas en un paso de peatones con semáforo en rojo. Unos niños hacían planes para las fiestas y la que parecía su madre les advirtió que, antes, tenían que hacer dos cosas: portarse bien y sacar los cachirulos del armario. El semáforo se puso en verde y desconozco cómo continuó la historia.

Pero es indudable que el Pilar consiguió desempolvar los cachirulos y pasearlos por las calles de Zaragoza no solo como pañuelo que, en la indumentaria tradicional aragonesa, llevan los hombres atado a la cabeza, sino como una seña de identidad de tales fiestas que, en forma de pañoleta, muchos hombres y mujeres incorporan a su ‘outfit’ durante esos días.

Tal vez los diccionarios deberían recoger esta última acepción de la voz cachirulo. Al decir esto, pienso en que, si no estuviera en ellos, quizá hubiéramos olvidado que en el siglo XVIII cachirulo designaba un lazo o adorno que las mujeres llevaban en la cabeza. Pienso también en que cachirulo, con el significado de pañuelo que los hombres se atan en la cabeza, no es un término tan antiguo como pudiéramos creer. Así, aunque fueron los bilbilitanos Juan Blas Ubide y Vicente de la Fuente Condón los primeros que lo registraron en 1840 y 1877, la Real Academia Española no lo incorporó a su diccionario hasta 1936. Pienso, en definitiva, en que, si bien las palabras y sus acepciones nos parecen perpetuas, su memoria puede ser efímera.

María Pilar Benítez es profesora y escritora

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