Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

El independentismo y la realidad paralela

Joaquim Torra, presidente de la Generalitat de Cataluña.
Quim Torra, presidente de la Generalitat de Cataluña.
Susanna Sáez / Efe

Cuando un parlamento de España dedica el tiempo a cargar contra el jefe del Estado, contra la Guardia Civil, quiere amnistiar a los políticos presos por idear, alentar y proclamar una república, ese parlamento atesora una grave carencia: no ejerce la función constitucional sobre la que está configurado. El problema del independentismo en Cataluña se asocia sobre todo al daltonismo, a la realidad paralela. Ha sucedido lo mismo en el País Vasco y en Navarra durante decenios. Donde casi todos veían a un matón otros solo apreciaban a un libertador, a un gudari, a un salvador de la patria. Si te quemaban la casa por ser polícía, político o periodista -las tres p- no era el efecto salvaje de la acción asesina, era la reacción de un valiente contra el opresor. Poco se puede hacer cuando un tipo mata a una persona y en el pueblo le reciben en volandas. Torra nunca aceptará que quien fabrica explosivos para detonarlos es un terrorista que solo merece el rechazo frontal de la sociedad, no el amparo de una cámara legislativa. Regresar a la razón sería su final. Acaso por ello el independentismo no quiere aceptar que Cataluña está mimetizando el mismo proceso hacia la violencia por la que se deslizó la sociedad vasca. Los equidistantes afirman con extraña rotundidad que son procesos distintos. Son tan parecidos que estremece.

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