Por
  • Ana Alcolea

La maestra

Jornada de huelga en la Educacion Publica. Colegio Publico "El Ensanche", de Teruel. Foto Antonio Garcia. 29-05-02 TE_ Huelga educacion 3.jpg
La maestra se fue, pero guardaré siempre su voz entre mis palabras.
Antonio García / HERALDO

Mi primer colegio se cayó. Lo demolieron porque amenazaba ruina. No me dio pena; aquella era la oportunidad de dejar un lugar con muchas sombras: dos niñas malvadas me amenazaban constantemente con traer a su tío policía para que me pegara, y me robaron un brochecito que tiraron por la taza del váter. Tenía cinco años y no recuerdo sus nombres ni sus rostros infames. Aunque lo peor no era la existencia de aquellos dos monstruos, lo peor era que las responsables de nuestra educación nos decían palabras que llevo clavadas a fuego en mi memoria: "Sois tan malas que llegará el fin del mundo por vuestra culpa, caerán las estrellas del cielo y os aplastarán a vosotras y a vuestras madres cuando vengáis al colegio". Y yo, que era inocente cual sifón, me lo creía y enfermaba. Cuando el colegio se hundió, comenzó la diáspora de las niñas a otras escuelas. Me matricularon en la más cercana a mi casa, un cole del obispado cuyo director era un señor con bigote que se apellidaba Labordeta y que ya entonces cantaba. Pero eso no fue lo mejor. Lo mejor fue la señorita Mari Carmen, el ángel de tercero. Su voz nunca decía una palabra más alta que otra, su sonrisa nos abrazaba desde la tarima. Yo leía sin miedo, resolvía los problemas sin angustia. Escribía con gusto. Aprendía y disfrutaba. Deseaba levantarme por las mañanas para ir al colegio y recibir la sonrisa de grandes ojos azules de la maestra. La señorita se fue hace unos días, pero no del todo: guardaré siempre su voz entre mis palabras. 

Ana Alcolea es escritora. Mañana presenta #su último libro, ‘El secreto del colibrí dorado’

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